Estación de Ankara, 10 de octubre, a las 10 de la mañana. Un criminal atentado en una manifestación por la paz deja como resultado al día de hoy 128 muertos y cientos de heridos. Nos encontrábamos en Burgas (Bulgaria), camino precisamente del lugar donde se produjo el atentado. Ayer se cumplieron diez días de ese hecho y, cuando aún nos encontramos en Turquía, queremos escribir unas letras de homenaje a esas víctimas inocentes que en esa manifestación por la paz encontraron una paz eterna en lugar de la terrenal.
La situación política en Turquía es compleja porque tiene fronteras con países en guerra desde hace años. Además, una parte de su territorio en la zona fronteriza con esos países, lleva años padeciendo una guerra civil donde las minorías kurdas tratan de lograr un espacio geográfico a costa de combatir al ejército turco.
Esta guerra ha producido en Turquía centenares de muertos en combates y atentados, pero ninguno tan cruel como el que sucedió ese día, quizá el más sangriento en una zona ferroviaria después de los registrados en Madrid el 11-M de 2004. En aquella ocasión perdimos a algún compañero de trabajo aunque, por razones laborales, nos encontrábamos lejos de la capital de España.
En esta ocasión, al atentado nos ha sorprendido de camino hacia la ciudad donde se produjo, en un lugar al que debíamos llegar y a unos pocos metros del hotel en el que debíamos alojarnos.
Nada más tenerse noticias del atentado, comenzamos a recibir muchos mensajes de advertencia sobre el supuesto peligro que corríamos de seguir viaje: "estás en la boca del lobo", "vuelve ya para España", etc.
Ni se nos ocurrió alterar la programación y al día siguiente tomábamos ya un tren, luego un bus y después otro tren, camino de Ankara.
Cuando llegamos a Ankara, decenas de obreros se afanaban por borrar en el vestíbulo de la estación las huellas del atentado. Gran parte de los cristales de la fachada cayeron sobre el vestíbulo interior y las personas que allá se encontraban esperando los trenes.
En el suelo de la explanada, parcialmente acotada, comenzaban a depositarse flores, que han ido creciendo con el tiempo, así como los mensajes de condolencia, como se puede ver en la fotografía inicial de esta entrada.
En días posteriores hemos visto cómo ciudadanos anónimos esperaban la ocasión de acercarse a los lugares donde se recogieron los cadáveres, con un ramo de flores en la mano para depositarlo más discretamente sin la presencia de las cámaras de televisión que están permanentemente en el lugar.
Tan emotivas imágenes nos ha hecho recordar momentos duros en la historia de España, como los atentados de 2004, cuando viajeros, trenes, estaciones fueron sacudidos por la barbarie terrorista.
Imágenes como ésta de esos atentados, dieron la vuelta al mundo. En esta ocasión, las bombas estallaron fuera de la estación de Ankara pero los daños personales han sido considerables entre personas que se acercaban a ella a tomar los trenes.
No hemos sentido miedo durante los días de nuestra estancia en ese lugar porque hemos padecido personalmente hace años un duro atentado, con secuelas auditivas permanentes a causa de la honda expansiva de una bomba terrorista, en el lugar donde nos encontrábamos por motivos de trabajo. Afortunadamente en esa ocasión, el aviso de los criminales que la colocaron nos permitió incluso ayudar a la evacuación de quienes se encontraban en las edificaciones próximas, con la duda de si la hora anunciada para la explosión iba a ser finalmente correcta.
Una y otra vez, estos días, hemos pasado por el lugar del atentado, al tenerlo inmediato al hotel. Los turistas parecen haber huido de Ankara, pero allá se reúnen a diversas horas quienes tratan de recordar a familiares y amigos o quienes lanzan eslóganes como el que se ve en esa pancarta en turco "Necesitamos paz y no bombas".
Por ironías de la vida, el reloj que está en una plaza ante la fachada de nuestro hotel tiene parada una de sus esferas a la hora que la que se produjeron los atentados
Pasarán los días, los meses y los años. El dolor de la tragedia se irá difuminando, pero en la historia de la ciudad quedarán grabados para siempre los horrores vividos ese día. Posteriormente hemos leído en la prensa local que la plaza de la estación de Ankara se denominará desde ahora "Plaza de la Democracia". La democracia es diálogo, pacto y actitud constructiva ante los problemas de cada día. Las bombas sólo destruyen y matan, pero nada crean. La estación de Ankara quizá vea construirse allí un monumento conmemorativo como el que luce en la estación de Atocha. Este último lo visitamos con frecuencia. Quizá el de Ankara no lo veamos nunca, pero el recuerdo de esta tragedia nos acompañará siempre, porque muy cerca estuvimos de ella. (MAM)