El tren de vuelta a Estocolmo estaba formado ya en la estación de Narvik cuando llegué a tomarlo pero no era el que esperaba. El billete estaba extendido para un coche cama, teniendo en cuenta el larguísimo viaje y lo que estaba estacionado allí era un intercity para recorridos diurnos. Habría que transbordar al otro tren en la estación de Boden.
Durante el trayecto hasta allí, a donde deberíamos llegar a eso de las 9 de la noche, fuimos perdiendo tiempo por cruces con diversos mercantes que bajaban con mineral a Narvik. Las condiciones climatológicas tampoco eran muy buenas: una nevada la noche anterior y una bajada de temperatura habían dejado el paisaje y las vías en las peores condiciones.