A mediados de los años 60 del pasado siglo tuve ocasión de hacer un curso en la Universidad de Colonia (Alemana). En el deambular por la ciudad fuera de las horas lectivas, -aparte de las cervecerías de la zona centro- tres cosas llamaron mi atención: el majestuoso puente sobre el Rhin, la catedral gótica y la estación ferroviaria. Esta última, construida a finales del siglo XIX en hierro forjado, había resultado seriamente dañada en la Segunda Guerra Mundial por los bombardeos sobre el contiguo puente ferroviario del Rhin para tratar de hundirlo y cortar así las comunicaciones por tren.
Poco a poco se fue reconstruyendo la estación de tal forma que en 1957 había recuperado su aspecto original pero con el añadido de un nuevo vestíbulo de acceso.