Italia-Eslovenia: una insólita frontera ferroviaria

25 de septiembre de 2012

Placa que hay en la plaza ante la estación eslovena de Nova Gorica. A la derecha pone Eslovenia y a la izquierda, Italia. Por aquí pasaba la frontera que dividía ambos países en 1947, uno de los dos años que figura en la inscripción. El segundo año que aparece en ella es la de 2004, cuando Eslovenia entra en la Unión Europea.


Hay en Europa zonas limítrofes actuales entre los diversos países que han ido cambiando de manos de uno de ellos a otro. Y no son pocas. En algunos casos ese cambio lo ha sido varias veces y en distintas épocas. Uno de esas fronteras que ha cambiado de lugar varias veces ha sido la que separa Italia de Eslovenia. Ese baile de fronteras ha afectado también al ferrocarril y no siempre de manera positiva porque lo que en otro tiempo permitía una comunicación fluida hoy, de forma incomprensible, ha llegado al aislamiento ferroviario total entre dos Estados que forman parte de la Unión Europea.





La imponente estación de la actual Nova Gorica, cuyo edificio es el de la foto superior, fue inaugurada en 1906, con la puesta en servicio del tramo Jesenice-Trieste de la línea ferroviaria Viena-Trieste (Südbahn) construido por la compañía austriaca Kaiserlich königliche privilegierte Südbahngesellschaft (Sociedad Imperial Regia Privilegiada del Ferrocarril Meridional) cuya finalidad era la de unir por ferrocarril Viena con Venecia.

Entonces Nova Gorica y la ciudad italiana contigua de Gorizia eran una única ciudad por lo que la estación servía a todo el núcleo urbano. Tras la desintegración del Imperio Austro-húngaro en 1918 Eslovenia pasó al Reino de los serbios, croatas y eslovenos que en 1929 se llamó Reino de Yugoslavia y República Federal Socialista de Yugoslavia tras la Segunda Guerra Mundial. No será hasta 1991 cuando Eslovenia recobre su independencia. 

El hecho de que Eslovenia pasara en 2004 a ser miembro de la Unión Europea no ha mejorado la conexión ferroviaria entre ese país e Italia que sigue suspendida por lo que respecta al tráfico de viajeros, tanto entre Gorizia-Nova Gorica como entre Trieste-Villa Opicina, más al sur. Existe un proyecto prioritario de la Unión Europea de mejorar esa relación restableciendo, con unas infraestructuras que permitan mayor velocidad a los trenes, la relación por el lado de Trieste, pero mientras tanto, la única opción para conectar ambos países por tren consiste en tomar un autobús que enlaza las estaciones fronterizas y eso hice.

Tomé un tren de alta vecidad "Frecciargento" de Trenitalia en la estación central de Roma, con destino a Venecia-Mestre, donde debía enlazar con un regional destino Gorizia, pero la continuación del viaje era toda una incógnita para mí ya que no había podido obtener previamente los billetes y había varias opciones dentro del territorio esloveno, todas con transbordos. El enlace en Venecia-Mestre estaba garantizado a un regional procedente de Venecia-Santa Lucia y destino Trieste, con parada en Gorizia.



Me bajé del regional en Gorizia y salí del vestíbulo para ver la forma de llegar hasta la estación de Nova Gorica, situada al otro lado de la ciudad, ya en territorio Esloveno.

Muy pocos estábamos en ese trance y ninguno que conociera el procedimiento. Llegó un primer microbús cuyo conductor nos dijo que sacáramos el billete en una máquina que estaba en la propia estación. Curiosamente mientras varios sacábamos el billete se marchó dejándonos con la boca abierta. Al poco llegó otro microbús que resultó ser esloveno y hacía el mismo trayecto que el anterior. Nos montamos en él y el conductor nos dijo que el billete que llevábamos era italiano y no servía en su vehículo. Así que a pagar otro euro. Es curioso cómo cuando hay una descoordinación ferroviaria suele abarcar también a otros medios de transporte.

La llegada a la estación de Nova Gorica, aparte de ver la majestuosidad externa del edificio, no presagiaba nada bueno porque del lado de los andenes no había nadie más que este automotor sin personal. No me gusta sacar fotos de trenes así de deteriorados en su imagen para no dar publicidad a los vándalos que lo ejecutan pero llama la atención que todos los trenes regionales que vi en Eslovenia estaban así.



Las taquillas del vestíbulo estaban cerradas con indicación de que no se despachaban billetes y había que comprar éstos en el tren. En las vías sólo se movían algunos trenes de mercancías con personal y material italiano atendiendo las maniobras.




Finalmente apareció el maquinista y el interventor quienes amablemente nos informaron de que nos subiéramos y nos darían los billetes en el tren. Y así partimos a su hora. El billete que saqué era único hasta Ljubljana aunque habría que hacer transbordo en Jesenice, al norte de Eslovenia, muy cerca de la frontera con Austria, aunque Nova Gorica se encuentra casi a la misma latitud que Ljubljana.

Durante un par de horas, entre Nova Gorica y Jesenice el tren discurre lentamente por un estrecho valle junto a la carretera con multitud de pequeñas estaciones en las que la mayor parte de los viajeros subían con sus bicicletas.



La peligrosidad de la carretera contigua es grande debido a su estrechez y al intenso tráfico. Por este motivo, un tren lanzadera lleno de plataformas recoge automovilistas y los traslada al otro extremo del valle. Así pude ver ese tren en la estación de Bohinjska Bistrica, en sentido contrario al nuestro y aguardando en esa estación al cruce con el regional en el que viajábamos.




Una de las estaciones más conocidas del recorrido es la de Bled Jezero, que da servicio a la localidad de Bled, importante centro turístico esloveno. En la foto, el edificio de la estación. Aquí el regional se cruza de manera dificultosa para los viajeros con el que hace el recorrido en sentido contrario.





Una vez que el regional llegó a Jesenice y ante la expectativa de seguir hasta Ljubljana en otro similar que iba a tardar casi hora y media en hacer el trayecto busqué otra alternativa. Mientras pensaba llegó este IC austriaco con destino a Zagreb, en Croacia, aunque remolcado por una locomotora eslovena. Se me abrieron rápidamente los ojos y me lancé a tomarlo sin más tiempo que preguntar al interventor si me valía el billete del regional. Me dijo que había que pagar 1 € de suplemento, algo que me pareció irrisorio ya que ahorraba una hora de tren.



Una vez dentro me fui a buscarlo y me perdonó el suplemento (o se le olvidó) tras una interesante conversación ferroviaria. Y ya casi sin darme cuenta el tren llegó puntualmente a Ljubljana, cuya estación es así de grande.



En resumen, desde Roma fueron 12 horas exactamente de viaje, 4 trenes consecutivos con escaso tiempo para los transbordos y un autobús entre dos estaciones fronterizas que si bien tienen vías entre ellas -son sólo 3 km de distancia- carecen de la menor coordinación, como si pertenecieran a dos continentes distintos. Creo que es la peor conexión existente entre las capitales de dos países contiguos en toda Europa, al menos que yo haya visitado. No obstante, merecía la pena llegar hasta Ljubljana, ciudad maravillosa que me deslumbró y a la que dedicaré una entrada próximamente.