"Pini di Roma". Otra visión de la Ciudad Eterna

3 de octubre de 2012

A medida que uno se va acercando a Roma por la línea férrea que viene desde Florencia llama la atención la sucesión de paisajes con pinos encopados, algo que se hace más manifiesto cuando el tren llega a Roma y uno deambula por sus grandes avenidas, trazadas sobre las antiguas vías romanas de acceso a la ciudad.

Los trenes .italo de NTV tienen como primera parada en Roma la estación Tiburtina situada al este de la ciudad, en la circunvalación ferroviaria, ya que luego deben continuar trayecto a Nápoles y Salerno. Esa estación está situada al otro lado de la Circonvallazione Nomentana, lo que es tanto como decir fuera del casco urbano.





El AGV de NTV a su llegada a la estación de Roma-Tiburtina

Y atravesar toda la ciudad hacia el oeste, a donde tenía el hotel, podía hacerse en metro enlazando en Roma-Termini la línea B con la A. Pero la línea A estaba en agosto fuera de servicio por obras de consolidación y modernización. La alternativa era tomar en esta última estación un autobús de sustitución, que discurría en parte del trayecto a través del espléndido parque de Villa Borghese. 



Templo de Esculapio sobre el lago de Villa Borghese

Como el recorrido fue bastante largo, a medida que veía los pinos flanqueando las avenidas, recordé el poema sinfónico de Ottorino Respighi "Pini di Roma" que puede escucharse íntegro en el enlace. Respighi supo retratar con notas musicales, en 1924, esa impresión que uno se lleva de Roma cuando pasea por sus avenidas y parques. Precisamente la primera de las cuatro partes en las que está dividido el poema está dedicada a los pinos de Villa Borghese. Y ya las notas de "Pini di Roma" me acompañaron de forma subliminal durante toda mi estancia en Roma porque ese poema es parte de una trilogía cuyos otros capítulos están dedicados a las fuentes de Roma y a las fiestas romanas. No hubo ocasión de asistir a fiestas pero ver fuentes muchas y muy bellas.



Ruinas del Foro romano, paisaje de piedras y pinos

Puestos a seleccionar lugares de Roma que convenía visitar pero que no forman parte de los recorridos habituales de los turistas, pensé enseguida en Villa Medicis, majestuoso palacio construido sobre la colina de Pincio por Fernando I de Medicis, en 1576, aprovechando el antiguo emplazamiento de un palacio romano, desde 1803 sede de la Academia de Francia en Roma.



Vista de la fachada noble de Villa Medicis hacia los jardines del palacio. No falta un pino en la perspectiva

Muchos y muy bellos aspectos arquitectónicos pueden contemplarse en una detallada visita a ese palacio romano, que hay que concertar previamente, pero me quedaría con dos. Una es este grupo escultórico en sus jardines.

Y la segunda, la espectacular vista panorámica que puede contemplarse sobre una parte de Roma desde la balconada del palacio.

Allá al fondo de la Basílica de San Pedro se ven los jardines de la Ciudad del Vaticano, con pinos enormes que sobresalen bien en el paisaje.

En una entrada anterior de este Blog ya conté cómo el ferrocarril también llegó hasta dentro de los muros de ese pequeño Estado, que tiene su línea férrea.

Los pinos romanos sirven para dar sombra, especialmente en los días calurosos del ferragosto, precisamente cuando me encontraba allí. Pero en Roma abundan también los cipreses que antaño jalonaban las vías del Imperio y que hoy se funden en el paisaje urbano con los edificios históricos.

Aspecto de la Via Sacra con ruinas, pinos, cipreses, turistas, muchos turistas, y el arco de Tito al fondo

Allí al lado de ese conjunto monumental está el Coliseo y el arco de Constantino, rodeado de pinos, bajo cuyo arco central se ve la Via de San Gregorio hasta el Circo Massimo.

A estas alturas de los paseos por Roma, en los que prescindí casi completamente de los medios públicos de transporte, me había olvidado de que en Roma hay una red de tranvías. Pero caminando por el Trastevere me crucé con esta moderna unidad.


Otros, en cambio, no son tan modernos, como éste que vi circulando ante el Museo Nacional Etrusco de Villa Giulia, tal vez más a tono con las antigüedades que se exhiben en ese edificio

Las ciudades monumentales tienen dos caras muy diferenciadas: el día y la noche. Roma, con sus principales monumentos iluminados, ofrece en la noche un aspecto muy distinto y bello.

Al término de un concierto en el Castel de Sant'Angelo me asomé por una ventana y pude hacer esta foto de la Basílica de San Pedro tras el anochecer.

Pero antes me recreé con esa fortaleza cuando el sol comenzaba ya a declinar en el horizonte.


En la época romana el río Tiber limitaba la ciudad clásica. Todo lo que quedaba al otro lado era el Trastevere y allá incluso se podía vender a un ciudadano romano como esclavo para saldar las deudas. Pues bien, en el año 179 aC se levantó un puente para cruzar el río, que destruido por las avenidas que periódicamente inundaban la ciudad, es conocido hoy por el nombre de Ponte Rotto, y está junto a la Isola Tiberina. De ese puente sólo queda en pie este arco.

Es el símbolo de las grandes infraestructuras de comunicación que se levantaron en la época romana. Sólo les faltó haber inventado el ferrocarril para que Europa fuera cruzada desde entonces por vías férreas.

Una de las muchas cosas que en Roma atraen la atención de miles de personas es la Fontana di Trevi, a la que Respighi dedicó una parte del poema sinfónico, en unión con otras fuentes monumentales de la ciudad. Su enormidad monumental y el hecho de que se trate de la mayor fuente barroca de Roma no atraen tanto la atención de los turistas como la costumbre de lanzar a ella monedas como un deseo para volver a visitar la ciudad. Quizá la culpa de ese derroche financiero en los tiempos que corren la tenga la famosa película norteamericana de 1954 titulada "Three coins in the fountain".

Pero la fuente tiene al aspecto cada día de una playa de moda mediterránea, bajo la atenta mirada de un vigilante que, armado con silbato, corta de raíz cualquier intento de bañarse o de recoger lo que otros han tirado dentro del agua.

Un paseo ferroviario por la circunvalación de Roma, desde Termini hasta Roma-S. Pietro, pasa inevitablemente por la estación de Roma-Ostiense, segunda parada de los trenes de NTV en la ciudad. Poco después, en Roma-Trastevere, se bifurca la línea que va hacia el sur.


Llegar hasta ella en tren permite ver la pirámide de Cestio y curiosear en el Cementerio de los poetas.



Allí está enterrado, entre otros, el poeta romántico inglés John Keats cuyo nombre se omite en la lápida que sólo contiene un epitafio en cuya frase final puede leerse "Aquí yace aquél cuyo nombre fue escrito en el agua"

Un denso pinar cobija los restos de quienes reposan en tantas tumbas.

Tocaba irse de Roma rumbo a Eslovenia y había que hacerlo por la vetusta y remozada estación Termini. Lo que sucedió a partir de aquí se puede leer en esta otra entrada. Arrivederci Roma!!!