Recuerdo la frase en italiano del título de esta entrada porque es el comienzo de una vieja canción ticinesa que solíamos cantar en Suiza hace muchos años en las excursiones montañeras. Aún hoy es posible oírla en coros populares allí y en el norte de Italia e incluso en Youtube. Me ha venido a la cabeza al contemplar un mapa antiguo de Milán que vi en el Castello Sforzesco y comprobar de qué forma la llegada del ferrocarril a esta ciudad, como ha pasado con otras muchas, provocó que se abriesen puertas y se derribaran murallas en el s. XIX para permitir el paso de las vías y situar las estaciones.
Como casi todas las grandes ciudades europeas con un rico pasado histórico, el centro de la zona amurallada correspondía a la catedral y Milán con su Duomo no es una excepción. Aunque no se terminó de construir hasta 1965, su comienzo fue en el s. XIV.
Cuando se construyó la estación de Metro por la que se accede a la catedral y que lleva como ella el nombre de "Duomo" buscaron un efecto visual de tal forma que según se suben las escaleras desde el vestíbulo va apareciendo la fachada de esa bellísima catedral, mezcla de estilos, como puede comprobarse contrastando su fachada con el interior.
Esa misma plaza está llena de sorpresas porque justo al lado del Duomo se encuentra la singular galería comercial Vittorio Emanuelle II, construida precisamente en los años en los que el ferrocarril llegaba ya a Milán y con él los viajeros con ganas de hacer compras.
La historia de las primeras estaciones en Milán, que comenzaron con la de Porta Nuova, es la historia del progreso de la ciudad, del derribo de las murallas para facilitar su ampliación y del enriquecimiento ciudadano gracias al incremento del comercio.
Una interesante historia de lo que supuso para Milán el ferrocarril la ha desarrollado en internet Gian Luca Lapini en este documentado trabajo, lleno de fotos y grabados históricos. No me voy a extender por tanto en esos antecedentes sino a profundizar un poco en el recorrido por la ciudad.
Pues bien, durante mucho tiempo la estatua de bronce dorado de la "Madonnina" que remata la torre sobre la cúpula del Duomo, con sus 108,5 metros, fue la altura máxima que no podía superar ningún edificio, por normativa municipal. De esta forma, el primer rascacielos que se construyó en esa ciudad, la Torre Velasca, terminada en 1958, tuvo que conformarse con 106 metros de altura para no infringir la norma (ver la foto siguiente).
El desarrollo urbanístico de Porta Nuova, junto a la estación de Porta Garibaldi, ha requerido el cambio de esa normativa para superar con mucho la altura del Duomo.
Otro de los lugares de especial interés que se benefició notablemente en el s. XIX de la construcción del ferrocarril fue el Teatro alla Scala, conocido mundialmente como La Scala de Milán.
Inaugurado el 3 de agosto de 1778, con el nombre de Nuovo Regio Ducal Teatro alla Scala para sustituir a uno anterior destruido por un incendio, debe su nombre a la iglesia existente en ese mismo lugar, dedicada a Santa María della Scala.
Si primero fue lugar de encuentro para la alta sociedad milanesa, la construcción de las líneas ferroviarias en el siglo XIX puso La Scala al alcance de franceses, suizos, austriacos, etc., que acudían desde todos esos países a contemplar las habituales representaciones y los estrenos más esperados.
No pude en este ocasión ver ninguna representación operística porque en el mes de agosto hay vacaciones. Pero por ese motivo sí pude contemplar con detenimiento el museo que alberga recuerdos de tantas representaciones, incluyendo los vestuarios, e incluso asomarme a un palco para echar un vistazo a la sala.
Tratar de resumir en una entrada del Blog todo lo que puede verse en Milán es tarea ímproba porque en cada lugar hay un vestigio del pasado con mucha literatura que estudiar. Deambulando por la parte sur del casco histórico, a partir de la estación de Porta Genova vi la Porta Ticinese, una de la más significativas del periodo neoclásico dentro de las que rodean el casco histórico, cerca de la cual parten los dos canales más importantes de Milán: el Naviglio Grande y el Naviglio Pavese, que antiguamente bordeaban la ciudad amurallada por la parte sur.
Tomando el metro en la estación de Porta Genova y dejándolo en la de Cadorna, situadas ambas en la misma línea, se puede ver la estación ferroviaria de Cadorna, cuyo edificio primitivo fue inaugurado en 1879. Para construir la entrada de las vías en la ciudad hubo de hacerse a través del antiguo recinto amurallado vecino a la antigua Porta Vercellina.
El aspecto actual del edificio de la estación es el que se ve en la foto, mientras que la amplia playa de vías es la de la fotografía siguiente.
A la izquierda de esa playa de vías, en el sentido de la foto, está el espectacular conjunto de fortificaciones y edificios del Castello Sforzesco construido inicialmente en el siglo XIV y que fue sede del Ducado de Milán. Durante la dominación española -el "Milanesado"- fue enriquecido y completado con nuevos edificios, que restaurados tras los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, han llegado hasta nuestros días. Las fotos siguientes recogen algunos aspectos del Castello, desde el Patio de Armas, hasta el foso exterior, pasando por los torreones.
Muy cerca del Castello, al otro lado del Parco Sempione, se encuentra el Arco della Pace construido para celebrar las victorias napoleónicas.
Gracias a la extraordinaria red de transporte público que tiene Milán (ferrocarril, metro, tranvías y autobuses) es posible desplazarse con mucha comodidad entre todos esos lugares.
Deambulando por sus calles se puede ver una variada colección de tranvías, desde los más sencillos y antiguos hasta los más recientes.
Antes de salir para Roma en un tren de alta velocidad de NTV, me quedó la impresión de que aún me faltaban muchas cosas que ver en Milán y lo recogido en esta entrada es una parte muy pequeña de lo visitado. Pero siempre es bueno dejar algo para la próxima ocasión.
Más información
- Portal de turismo de la ciudad de Milán
Cuando se construyó la estación de Metro por la que se accede a la catedral y que lleva como ella el nombre de "Duomo" buscaron un efecto visual de tal forma que según se suben las escaleras desde el vestíbulo va apareciendo la fachada de esa bellísima catedral, mezcla de estilos, como puede comprobarse contrastando su fachada con el interior.
Esa misma plaza está llena de sorpresas porque justo al lado del Duomo se encuentra la singular galería comercial Vittorio Emanuelle II, construida precisamente en los años en los que el ferrocarril llegaba ya a Milán y con él los viajeros con ganas de hacer compras.
La historia de las primeras estaciones en Milán, que comenzaron con la de Porta Nuova, es la historia del progreso de la ciudad, del derribo de las murallas para facilitar su ampliación y del enriquecimiento ciudadano gracias al incremento del comercio.
Una interesante historia de lo que supuso para Milán el ferrocarril la ha desarrollado en internet Gian Luca Lapini en este documentado trabajo, lleno de fotos y grabados históricos. No me voy a extender por tanto en esos antecedentes sino a profundizar un poco en el recorrido por la ciudad.
Pues bien, durante mucho tiempo la estatua de bronce dorado de la "Madonnina" que remata la torre sobre la cúpula del Duomo, con sus 108,5 metros, fue la altura máxima que no podía superar ningún edificio, por normativa municipal. De esta forma, el primer rascacielos que se construyó en esa ciudad, la Torre Velasca, terminada en 1958, tuvo que conformarse con 106 metros de altura para no infringir la norma (ver la foto siguiente).
El desarrollo urbanístico de Porta Nuova, junto a la estación de Porta Garibaldi, ha requerido el cambio de esa normativa para superar con mucho la altura del Duomo.
Otro de los lugares de especial interés que se benefició notablemente en el s. XIX de la construcción del ferrocarril fue el Teatro alla Scala, conocido mundialmente como La Scala de Milán.
Inaugurado el 3 de agosto de 1778, con el nombre de Nuovo Regio Ducal Teatro alla Scala para sustituir a uno anterior destruido por un incendio, debe su nombre a la iglesia existente en ese mismo lugar, dedicada a Santa María della Scala.
Si primero fue lugar de encuentro para la alta sociedad milanesa, la construcción de las líneas ferroviarias en el siglo XIX puso La Scala al alcance de franceses, suizos, austriacos, etc., que acudían desde todos esos países a contemplar las habituales representaciones y los estrenos más esperados.
No pude en este ocasión ver ninguna representación operística porque en el mes de agosto hay vacaciones. Pero por ese motivo sí pude contemplar con detenimiento el museo que alberga recuerdos de tantas representaciones, incluyendo los vestuarios, e incluso asomarme a un palco para echar un vistazo a la sala.
Tratar de resumir en una entrada del Blog todo lo que puede verse en Milán es tarea ímproba porque en cada lugar hay un vestigio del pasado con mucha literatura que estudiar. Deambulando por la parte sur del casco histórico, a partir de la estación de Porta Genova vi la Porta Ticinese, una de la más significativas del periodo neoclásico dentro de las que rodean el casco histórico, cerca de la cual parten los dos canales más importantes de Milán: el Naviglio Grande y el Naviglio Pavese, que antiguamente bordeaban la ciudad amurallada por la parte sur.
Tomando el metro en la estación de Porta Genova y dejándolo en la de Cadorna, situadas ambas en la misma línea, se puede ver la estación ferroviaria de Cadorna, cuyo edificio primitivo fue inaugurado en 1879. Para construir la entrada de las vías en la ciudad hubo de hacerse a través del antiguo recinto amurallado vecino a la antigua Porta Vercellina.
El aspecto actual del edificio de la estación es el que se ve en la foto, mientras que la amplia playa de vías es la de la fotografía siguiente.
A la izquierda de esa playa de vías, en el sentido de la foto, está el espectacular conjunto de fortificaciones y edificios del Castello Sforzesco construido inicialmente en el siglo XIV y que fue sede del Ducado de Milán. Durante la dominación española -el "Milanesado"- fue enriquecido y completado con nuevos edificios, que restaurados tras los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, han llegado hasta nuestros días. Las fotos siguientes recogen algunos aspectos del Castello, desde el Patio de Armas, hasta el foso exterior, pasando por los torreones.
Muy cerca del Castello, al otro lado del Parco Sempione, se encuentra el Arco della Pace construido para celebrar las victorias napoleónicas.
Gracias a la extraordinaria red de transporte público que tiene Milán (ferrocarril, metro, tranvías y autobuses) es posible desplazarse con mucha comodidad entre todos esos lugares.
Deambulando por sus calles se puede ver una variada colección de tranvías, desde los más sencillos y antiguos hasta los más recientes.
Antes de salir para Roma en un tren de alta velocidad de NTV, me quedó la impresión de que aún me faltaban muchas cosas que ver en Milán y lo recogido en esta entrada es una parte muy pequeña de lo visitado. Pero siempre es bueno dejar algo para la próxima ocasión.
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