Resulta muy difícil hablar de Oslo, siquiera sea de su parte ferroviaria, sin mencionar la conmoción que provocó en esa ciudad y en el mundo el atentado y asesinatos que el 22 de julio de 2011 la sacudieron de forma trágica.
Oslo es una ciudad en la que nunca pasaba nada pero cuando esos hechos la hicieron perder la inocencia, sus habitantes se volvieron precavidos y en los periódicos desde entonces no faltan referencias a los sucesos, en el marco del proceso abierto para dilucidar la responsabilidad penal.
Ese ambiente se palpaba cuando llegué desde Estocolmo en un vuelo de Norwegian, en sustitución del intercity que se me había escapado por el retraso de mi tren desde Narvik.
Para colmo, cuatro días antes de mi llegada, un accidente en un tren en pruebas había frustrado de momento la más importante renovación de material que la operadora noruega NSB iba a realizar en los trenes regionales.
NSB había adquirido al fabricante suizo Stadler 50 unidades de su tren FLIRT, con opción para 100 unidades más, con objeto de retirar trenes convencionales del parque de los servicios regionales y elevar la velocidad a 200 km/h. La fecha prevista para el comienzo de los servicios era el 29 de febrero de este año. Pues bien, cuando se iban a concluir las pruebas, en un recorrido con personal técnico de uno de los trenes, se produjo un descarrilamiento hiriendo a 5 personas y dejando el tren en el estado que se ve en la foto. La causa inmediata del accidente, según las declaraciones de técnicos de NSB, fue que el tren circulaba a 135 km/h por una zona limitada a 70. Otros factores que hayan podido concurrir están siendo investigados por la Comisión de Investigación de Accidentes Ferroviarios de Noruega. 26 de esos trenes estaban ya programados para entrar en servicio el día 29 en la zona de Oslo.
Mi hotel en Oslo estaba en la misma estación, dentro del complejo construido junto a la terminal ferroviaria historíca para ampliar su capacidad. Por eso, cuando pude ver el paisaje desde la ventana, encontré lo que se ve al comienzo de esta entrada: debajo la cubierta del vestíbulo, un poco más a la derecha los edificios de la antigua estación, todavía en obras de adaptación para convertirlo en un hotel, y al frente la bahía de Oslo, justo en el momento en que se movía por sus aguas un crucero de los que la enlazan con Copenhague.
Parece difícil asimilar los edificios que se ven en esta foto con los de una estación, al modo clásico, pero estos componen el complejo hotelero y comercial de la estación de Oslo, en la parte opuesta a los andenes.
Aparte del hotel que he comentado y donde me alojaba, un importante núcleo financiero se aloja en esos edificios construidos donde antes había viviendas de baja calidad.
Sin embargo, volviendo a entrar en ellos y saliendo por el otro lado, enseguida nos topamos con parte del ala izquierda en obras de la estación histórica y la entrada al nuevo vestíbulo, todo ello presidido por esta colosal estatua de un tigre en bronce que realza el edificio construido en 1907, ahora parcialmente en remodelación.
El aspecto general que ofrece hoy día el complejo de Oslo Sentralstasjon (Oslo S), con la ampliación de 1986, se puede ver en esta panorámica que inserto con Licencia GNU.
Nada que ver con el aspecto más recogido y solemne de la estación histórica cuyo lateral recuerda en parte a la madrileña de Príncipe Pío.
Su vestíbulo y antigua zona de andenes la han convertido en un mercadillo.
No obstante, la estación central de Oslo presenta en su conjunto un aspecto de modernidad y eficacia de gestión de los servicios muy al estilo de la vida en Noruega.
En sus 19 vías, 12 de las cuales conectan con el túnel urbano que atraviesa Oslo de Este a Oeste y del que luego hablaremos, puede verse una selección de casi todo el material de viajeros con el que NSB cuenta actualmente.
En esta foto se ve una unidad de la clase BM-73B, basculante, que realiza servicios entre Oslo y Halden. Hay 6 unidades iguales y su velocidad máxima es de 210 km/h, aunque de ordinario circulan a 160.
La forma curiosa de las marquesinas de los andenes tiene su explicación. Las enormes canaletas de hormigón apoyadas en ménsulas que la componen, permiten recoger la nieve y que se vaya fundiendo sin que se formen carámbanos al borde del andén, lo que sería muy molesto para los viajeros. Unas claraboyas de cristal entre las diversas canaletas procuran recoger el máximo de luz posible en una zona geográfica donde ésta no abunda precisamente en determinadas épocas del año.
En esta otra foto se ve la forma ligeramente arqueada de las piezas de hormigón de las marquesinas para encaminar el agua del deshielo hacia las bajantes, que sirven también para sostener las ménsulas de apoyo. En el andén aparece también una unidad de la clase BM-71, también basculante y con velocidad máxima de 210 km/h, que hace los servicios entre Oslo y el aeropuerto principal de la ciudad. Son los trenes llamados Flytoget.
Aquí está una unidad de la clase BM-73, idéntica en prestaciones a las anteriores -todas tienen 4 coches- y que hace los servicios de larga distancia desde Oslo con Bergen, Trondheim y Stavanger.
Para servicios de carácter regional NSB utiliza en parte trenes autopropulsados de la clase BM-72 adquiridos en 2002 a Ansaldo y que se usan fundamentalmente en la zona de Oslo. Pero también existen trenes convencionales formados por locomotora y cierto número de coches ya bastante antiguos y que iban a empezar a ser renovados con los de Stadler a finales de febrero, pero el accidente ha paralizado la operación. Tanto el autopropulsado como el convencional pueden verse en la siguiente foto.
La red de Cercanías es especialmente importante en Oslo, con 8 líneas todas ellas pasantes por la estación de Oslo S y con parada en las otras dos estaciones del túnel urbano.
Esta es una de las unidades que circulan por esa red de Cercanías. Los trenes son de caja ancha y cuentan con cinco filas de asientos.
Para conocer mejor la red ferroviaria urbana decidí partir de Oslo S y recorrer una parte del túnel hasta el centro de la ciudad. El punto de partida fue el vestíbulo principal que se ve en la foto.
El de llegada la subterránea de Nationaltheatret que tiene dos cavernas como la que se ve en esta fotografía. Esta situada bajo el parque dedicado a Henrik Ibsen, dramaturgo y novelista noruego presente en muchos lugares de la ciudad.
Estaba parado en ella un tren Flytoget proveniente del aeropuerto cuando hice esta foto. El andén de esta parte de la estación suele estar bastante concurrido pero esperé a que se vaciara para poder disparar la cámara, que no pudo evitar los reflejos de las luminarias del techo.
Algo que sorprende positivamente a quienes visitan Oslo como el resto de los países nórdicos es el cuidado y atención que reciben las personas con dificultades físicas de todo tipo. En las diversas estaciones es posible ver una señalización específica para invidentes que no recuerdo haberla visto en ninguna parte de otros países. La reproduzco como una muestra del esfuerzo de atención que merecen allá y como ejemplo de lo que puede hacerse en otros lados con un coste muy reducido.
La movilidad urbana está asegurada por una amplia red de tranvías y autobuses. Los tranvías circulan a veces por plataforma separada y otras mezclados con el resto del tráfico urbano.
Todo en la ciudad resulta más organizado que en Amsterdam, por ejemplo, donde tranvías, bicicletas, coches y peatones se mezclan en un barullo notable sin que estos últimos respetan lo más mínimo la señalización semafórica dando la impresión de que los semáforos están puestos de adorno.
Como detalle anecdótico de mi estancia en Oslo destacaré lo que me encontré en la cantina de la estación histórica de la ciudad. Una vez restaurada se ha abierto al público presentando un aspecto señorial, como de estación del siglo XIX con mobiliario noble e incluso un reloj de estilo ferroviario.
La parte curiosa estaba en un lienzo de pared donde se reproducía la carta de las "tapas" y se invitaba a los comenzales a pedir la carta escrita donde estaba toda la relación de delicias que ofrece la cantina.
Basta echar un vistazo a la relación de "tapas" para comprobar cómo junto a productos noruegos se mezclan otros muy familiares para nosotros, como las patatas bravas o las croquetas de bacalao y demás aperitivos que podemos pedir en cualquier bar de España. Pues bien, puedo asegurar que los que gestionan y sirven en la taberna son noruegos. Quizá vengan a nuestra tierra en época de vacaciones y eso haya permitido exportar allá parte de nuestra cocina nacional.
Las croquetas de bacalao son muy frecuentes en la cocina noruega pero no con ese nombre castellano.
Para terminar los paseos por la ciudad de Oslo me pareció importante visitar la zona que quedó muy dañada en las explosiones del pasado año, pero un muro rodea toda la zona gubernamental en cuyo interior continúan los trabajos de reparación pues fueron muchos los daños causados.
Allí mismo, a la espalda donde está hecha esa foto se encuentra la sede del diario noruego VG, ante la cual y en una vitrina se exponía cada día la edición del diario. El día de la explosión el cristal de la vitrina se quebró sin llegar a caerse. Allí se quedó la edición de ese día del diario congelada por el impacto de la onda expansiva y allí la fotografié como resumen de esta visita a Oslo. Ante ella la escultura en bronce del lector anónimo que fue mudo espectador de la barbarie.
Estaba parado en ella un tren Flytoget proveniente del aeropuerto cuando hice esta foto. El andén de esta parte de la estación suele estar bastante concurrido pero esperé a que se vaciara para poder disparar la cámara, que no pudo evitar los reflejos de las luminarias del techo.
Algo que sorprende positivamente a quienes visitan Oslo como el resto de los países nórdicos es el cuidado y atención que reciben las personas con dificultades físicas de todo tipo. En las diversas estaciones es posible ver una señalización específica para invidentes que no recuerdo haberla visto en ninguna parte de otros países. La reproduzco como una muestra del esfuerzo de atención que merecen allá y como ejemplo de lo que puede hacerse en otros lados con un coste muy reducido.
La movilidad urbana está asegurada por una amplia red de tranvías y autobuses. Los tranvías circulan a veces por plataforma separada y otras mezclados con el resto del tráfico urbano.
Todo en la ciudad resulta más organizado que en Amsterdam, por ejemplo, donde tranvías, bicicletas, coches y peatones se mezclan en un barullo notable sin que estos últimos respetan lo más mínimo la señalización semafórica dando la impresión de que los semáforos están puestos de adorno.
Como detalle anecdótico de mi estancia en Oslo destacaré lo que me encontré en la cantina de la estación histórica de la ciudad. Una vez restaurada se ha abierto al público presentando un aspecto señorial, como de estación del siglo XIX con mobiliario noble e incluso un reloj de estilo ferroviario.
La parte curiosa estaba en un lienzo de pared donde se reproducía la carta de las "tapas" y se invitaba a los comenzales a pedir la carta escrita donde estaba toda la relación de delicias que ofrece la cantina.
Basta echar un vistazo a la relación de "tapas" para comprobar cómo junto a productos noruegos se mezclan otros muy familiares para nosotros, como las patatas bravas o las croquetas de bacalao y demás aperitivos que podemos pedir en cualquier bar de España. Pues bien, puedo asegurar que los que gestionan y sirven en la taberna son noruegos. Quizá vengan a nuestra tierra en época de vacaciones y eso haya permitido exportar allá parte de nuestra cocina nacional.
Las croquetas de bacalao son muy frecuentes en la cocina noruega pero no con ese nombre castellano.
Para terminar los paseos por la ciudad de Oslo me pareció importante visitar la zona que quedó muy dañada en las explosiones del pasado año, pero un muro rodea toda la zona gubernamental en cuyo interior continúan los trabajos de reparación pues fueron muchos los daños causados.
Allí mismo, a la espalda donde está hecha esa foto se encuentra la sede del diario noruego VG, ante la cual y en una vitrina se exponía cada día la edición del diario. El día de la explosión el cristal de la vitrina se quebró sin llegar a caerse. Allí se quedó la edición de ese día del diario congelada por el impacto de la onda expansiva y allí la fotografié como resumen de esta visita a Oslo. Ante ella la escultura en bronce del lector anónimo que fue mudo espectador de la barbarie.