Los países bálticos, paraíso turístico (I): Lituania

20 de agosto de 2014




De arriba a abajo: La colina Gediminas donde está situada la fortaleza origen de la ciudad de Vilnius, capital de Lituania. El moderno edificio de la Biblioteca Nacional de Letonia, en Riga y, por último, las catedrales ortodoxas de Riga y Tallinn, impresionantes edificios de arquitectura rusa


Visitar los países bálticos es una opción turística cada vez más extendida. Se trata de tres países: Estonia, Letonia y Lituania, que tienen una historia muy similar a lo largo de los siglos y que han padecido también sucesivas invasiones destructoras. Los tres también cayeron bajo el férreo yugo de la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, hasta que en el comienzo de la década de los años 90 del pasado siglo conquistaron su independencia. Desde 2004, además, forman parte de la Unión Europea y se están integrando progresivamente en la zona euro, de la que ya forman parte Estonia y Letonia mientras que Lituania lo hará a comienzos de 2015. Durante algo más de un mes he recorrido detenidamente esos países, tras una breve incursión anteriormente en la capital de Estonia. La finalidad del viaje ha sido fundamentalmente ferroviaria pero sin obviar el recorrido turístico por lo más interesante de sus ciudades. Por eso, tras escribir con anterioridad sobre los aspectos más ferroviarios, querría ahora ampliar el punto de vista a temas más amplios sin olvidar el motivo principal del viaje. Este es el relato.


Estonia, Letonia y Lituania son países pequeños. La superficie total sumada de los tres es ligeramente el doble que Andalucía, en España, pero con dos millones menos de habitantes. Por eso no han jugado nunca un papel preponderante en la esfera europea. Más bien, a lo largo de la Historia han sufrido invasiones de los países limítrofes, que a lo largo de la Segunda Guerra Mundial fueron especialmente dramáticas para la población de estos países. Su integración en la Unión Europea, tras una despiadada dominación rusa, ha potenciado muchos sus identidades nacionales, su nivel de desarrollo humano y reconstruido lo que los conflictos bélicos destruyeron. Pasear por sus centros históricos o ver los fuertes contrastes que el desarrollo ciudadano ha producido en los barrios más modernos es ya de por si un aliciente para visitarlos con detalle.


Imagen repetida en los países bálticos, en este caso tomada en la ciudad de Tallinn (Estonia). Modernos edificios de oficinas se yerguen en medio de construcciones de la época soviética

Lituania, el centro geográfico de Europa

Mi viaje comenzó en Varsovia, la capital de Polonia, ciudad a la que tengo gran aprecio pues ha sabido reconstruir su centro histórico que fue salvajemente reducido a ruinas por orden de Hitler. Ya le hemos dedicado algunas entradas en el Blog que he enlazado ahora. Mi deseo hubiese sido partir desde allí en un viaje ferroviario que me llevase en última instancia hasta Tallinn, en las orillas del Golfo de Finlandia. La incomunicación ferroviaria que padecen esos países, no sólo por utilizar el ancho de vía ruso sino porque la historia reciente disgregó sus redes ferroviarias, hacía más complicado el viaje. No obstante, con la ayuda del autobús en las rutas no servidas por el tren, pude culminar mi propósito.

Con la financiación de la Unión Europea se ha emprendido la construcción de una línea de alta velocidad que los recorra íntegramente y los relacione con Polonia: la denominada Rail Baltica, en recuerdo de aquel evento que tuvo lugar el 23 de agosto de 1989, cuando a las 7 de la tarde, millón y medio de ciudadanos de los tres países unieron sus manos formando una cadena de más de 600 km que recorrió sus tres capitales para reclamar su independencia frente a la Unión Soviética.

Ese mismo año, un grupo de científicos del Instituto Geográfico Nacional de Francia, tras detallados estudios, afirmó que el centro geográfico de Europa estaba en Lituania, a 26 km al norte de su capital, Vilnius. 


En ese lugar se ha erigido este monumento coincidiendo con el ingreso de Lituania en la Unión Europea, el 1 de mayo de 2004, que pretende simbolizar su centralidad geográfica y su integración comunitaria.

Mi viaje en Lituania, primera de las repúblicas visitadas, comenzó en Kaunas a donde hube de llegar en autobús desde Varsovia, para suplir la falta de enlace ferroviario. La línea está actualmente cortada para facilitar la construcción de la nueva de alta velocidad.





Apenas dio tiempo a visitar el entorno de la estación ferroviaria desde donde debía tomar un moderno tren para Vilnius. Quizá la parte menos interesante de la ciudad es precisamente donde se ubica la estación. El casco antiguo está junto a la confluencia de los ríos Nemunas y Neris.







Un paisaje casi llano separa Kaunas de Vilnius, moteado en el recorrido ferroviario de simpáticas estaciones pequeñas o de otras mucho más grandes que evidencian un pasado ferroviario potente, como la de la población de Lentvaris, cerca ya de Vilnius.



Llegar por tren a Vilnius, cuya estación -construida en 1861- vemos en esta foto, puede resultar algo decepcionante. No por la estación en sí, que es majestuosa, sino porque el entorno urbano de esa zona, algo descuidado, dista mucho de lo que luego puede verse en el centro histórico. De todas formas, tan pronto se haya reanudado en 2016 el tráfico ferroviario desde Polonia, aconsejo vivamente este recorrido, si se quiere profundizar en la realidad de los países bálticos.



Si se ha elegido un hotel próximo a la estación y fuera del casco histórico, pronto la decepción inicial deja paso a la admiración cuando se traspasa esta puerta que es al mismo tiempo capilla y se adentra uno en la parte más interesante de Vilnius.

A partir de ese punto y recorriendo la calle Aušros Vartų comienza la gran ciudad histórica de Vilnius y una sucesión de interesantes edificios e iglesias se alzan a uno y otro lado del caminar del turista.














Entre los edificios civiles más destacados está la sede de la Filarmónica Lituana, la Universidad o el Palacio Presidencial. También hay plazas muy cuidadas, como la del Ayuntamiento, que vemos en último lugar de esta serie de fotos. Todo ello es antesala del auténtico centro de la ciudad, que es la Plaza de la Catedral, el Palacio Real (en obras), el Museo Nacional y la fortaleza de Gedeminas.

Una detallada descripción de los aspectos más interesantes de Vilnius lo tenemos en la web oficial de turismo de la ciudad que puede leerse en este enlace.









Como no es cuestión de organizar aquí un exhaustivo recorrido por la ciudad, que dejo ya a la curiosidad del turista, voy a detenerme en una curiosidad no suficientemente destacada en las guías: la República de Užupis, incrustada en plena ciudad, que goza de una cierta independencia.



En un puente sobre el pequeño río Vilnia, que discurre el Este de la ciudad, puede uno encontrar este multilingüe cartel que anuncia la más curiosa frontera que pueda encontrarse en la Unión Europea. En algunas fiestas señaladas, policías de esta República piden los pasaportes a los turistas y los sellan, ante la extrañeza de más de uno que desconoce la singularidad de este barrio de Vilnius.



No le costará mucho al visitante saber qué normas rigen en Užupis porque a poca distancia encontrará en un lienzo de pared la Constitución de la República en 21 idiomas. Aquí vemos los paneles que más bien parecen espejos por lo relucientes que están las láminas metálicas.



Nada deberá temerse de los habitantes de la República ni se sus autoridades. Son gente pacífica cuya principal ocupación es atender a los turistas en diversos restaurantes y adecentar sus calles. Entre los lugares más destacados de la República está la estatua del Ángel de Užupis, que aquí vemos, erigida en 2002. Antes de que se subiera al ángel a la columna había en ella la escultura de un huevo, que fue sustituida por la del ángel, para evitar suspicacias. Ese ángel simboliza la libertad artística de la República, cuyos habitantes tienen mucho de bohemios y artesanos.

En otros barrios de Vilnius, próximos al casco histórico, no faltan tampoco los edificios de interés como el de este teatro y academia de teatro.



O el edificio de la Sinagoga Coral, única que se conserva en Vilnius de las más de 100 que llegó a haber pero que fueron destruidas durante el holocausto.



Una curiosidad, motivada por la proximidad al hotel, me llevó a entrar en un mercado porpular. Allí, junto a muchos puestos de fruta, algunas de ellas llegadas desde España, y una enormidad de puestos de fresas cultivadas en Lituania, destacaba un singular pescado muy popular en esta tierra: las carpas, que se pescan en los numerosos ríos y pequeños lagos de Lituania. El precio que figura ahí está expresado en euros.





Viajamos en tren a Klaipéda

Otros aspectos de la realidad de Lituania, especialmente enfocados a su ferrocarril, los hemos tratados en esta otra entrada. Como nuestro interés por conocer más a fondo Lituania suponía recorrerla de un extremo a otro, hubimos de tomar un tren hacia el Oeste para llegar hasta el mar en la ciudad de Klaipéda. En total, entre Vilnius, situada en la parte más próxima a Bielorrusia y Klaipéda, en la parte opuesta, son 376 km de tren que se recorren, en 3 horas y 20 minutos, en coches modernos de trenes convencionales, cuyo aspecto interior es el de esta foto.



Una delicia de viaje en un paisaje verde a rabiar y festoneado de ríos y pequeños lagos.



Cuando el tren va llegando a Klaipéda, el gran puerto comercial de Lituania y tercera ciudad de la República en número de habitantes, se percibe la modernidad de su paisaje urbano, edificado en estos últimos años sobre las ruinas que quedaron tras la Segunda Guerra Mundial. Aquí tuvieron los nazis una base de submarinos y el cerco y posterior captura por el ejército ruso en 1945 produjo una gran destrucción y muerte de sus habitantes.



Un larguísimo y estrecho istmo, que Lituania comparte con el enclave ruso de Kaliningrado, se sitúa frente a la costa y la zona portuaria, creando un enorme puerto natural, a salvo de los temporales del Báltico.



Aquí vemos la laguna de Curlandia y al otro lado el parque nacional creado en la zona boscosa del istmo. En esta laguna desemboca el río Dané que atraviesa la ciudad y en el que está anclado el velero "Meridianas", construido en 1948 en Finlandia y que se ha convertido, tras su restauración, en un símbolo de la ciudad. Se acaba de reinaugurar como restaurante.



Todo el paisaje urbano está matizado por su carácter marinero y una multitud de esculturas que jalonan calles y plazas.













El gran puerto comercial de Klaipéda es el principal punto de importación y exportación de materias primas con origen o destino Rusia, que recorren Lituania en larguísimos trenes mercantes. Se trata, sin duda, de una singular ciudad que ningún turista que llegue a Lituania debe dejar de visitar.



Nuevamente debíamos volver a tomar el tren para ir a Letonia, a través de Šiauliai, tomando un tren en la moderna estación de Klaipéda y luego un autobús en esa ciudad lituana, para llegar a Riga, ante la falta de enlace ferroviario.

Algunos datos sobre Lituania

- Superficie: 65.303 km cuadrados.
- Habitantes: 3.218.000
- Moneda: Litas. El 1 de enero de 2015 se incorpora al euro.
- Ciudades más importantes: Vilnius (capital): 526.000 hab.; Kaunas: 307.000 hab.; Klaipéda: 159.000 hab.; Šiaulai: 107.000 hab.
- Idioma: lituano. Se habla minoritariamente el ruso en la zona este del país.
Web oficial de turismo (está en múltiples idiomas).
- Cuenta con aeropuertos de tráfico internacional en Vilnius, Kaunas, Palanga (centro turístico situado al norte de Klaipéda) y Šiauliai.
- Red ferroviaria: 1.768 km, la casi totalidad en ancho ruso.



Mapa ferroviario de Lituania

- Una guía interesante y actualizada para usar durante el viaje es la de Lonely Planet ("Estonia, Letonia y Lituania") editada por GeoPlaneta.

(MAM) Continuará.