Me regalaron hace ya algunos años unos tomos de la revista "La Ilustración Artística", extraordinaria publicación semanal que se editó en Barcelona desde 1882 hasta 1916.
Pues bien, en uno de ellos venía a doble página un grabado cuyo título es "Panorama de la Exposición Universal que ha de celebrarse en París en 1889".
Retiré cuidadosamente el grabado de las páginas de la revista y lo enmarqué. Una parte de ese grabado está en la fotografía a la izquierda de estas líneas.
Observándolo detalladamente se puede ver perfectamente el pequeño edificio del apeadero ferroviario que se construyó con motivo de esa Exposición Universal, cuarta de las que se celebraron en París en el siglo XIX, pero primera en la que aparecía ya la Torre Eiffel.
En la siguiente Exposición Universal, celebrada en 1900, en los albores del s. XX, los visitantes venidos en tren tuvieron una mejor antesala de la Exposición porque se había terminado ya la estación de Orsay, después de sólo dos años de obras.
Esa estación fue durante algún tiempo la terminal de la línea de París a Orléans, hasta que con la nueva organización ferroviaria de las estaciones de Largo Recorrido de París, dejó de prestar esos servicios para hacerlo sólo con los de carácter suburbano. El antiguo trazado ferroviario por la orilla izquierda del Sena se soterró y dio origen a la línea C del RER, que pasa justo por debajo de donde estaba ese apeadero de la Exposición Universal de 1889.
La estación, sin servicio en la década de los años 70 del siglo XX, estuvo a punto de ser derribada, pero la presión de la opinión pública la salvó de la piqueta y, a partir de 1981 se comenzó a trabajar en el proyecto para convertirla en un gran museo de pintura y escultura: el Museo de Orsay, admirado hoy por millones de visitantes de todo el mundo y que, junto al Louvre, constituye una de las grandes atracciones de la capital parisina.
Interior de la sala principal del Museo de Orsay, que deja ver su pasado ferroviario
Reconozco que en mis frecuentes visitas a París, a donde casi siempre procuro llegar en tren, hay dos vistas en las que me recreo con frecuencia pasando largos ratos delante de ellas: una es el panorama que se observa desde la balaustrada del Trocadero hacia la Torre Eiffel y el Campo de Marte. Recuerdo entonces el grabado que encabeza estas líneas y me imagino que el RER abandona su encierro forzoso bajo el pavimento junto a la orilla del Sena y emerge a la superficie para ser remolcados sus trenes por antiguas locomotoras de vapor que elevan sus penachos humeantes hacia las alturas de la Torre más famosa del mundo.
La otra es la vista de la fachada lateral de la antigua estación de Orsay, ya Museo, desde la orilla opuesta del Sena, con sus dos torreones, con dos enormes relojes, y esos mismos trenes de vapor entrando y saliendo de ella.
No es fácil despertar del sueño retrospectivo pero quizá, si se sigue el paseo por la orilla del Sena, no sea difícil encontrar en el puestecillo de algún "bouquiniste" un grabado que haga realidad la ensoñación y nos devuelva al París de 1889, con su Exposición Universal y su Torre Eiffel, o al de 1900 con la recién inaugurada "Gare d'Orsay".