Esta imagen parece de todo menos parte de un viaje ferroviario pero lo es. Se trata de la primera parte de un viaje combinado entre barco y tren, que por tierras anglosajonas llaman Rail&Sail, y en los que con un único billete puedes trasladarte de una isla a otra siendo sencillo, en la mayor parte de los casos, el transbordo porque el tren llega hasta la misma terminal marítima donde atracan los ferries. Desgraciadamente en ninguno de ellos entra el tren dentro del barco como si sucede entre algunos puertos alemanes y Dinamarca o Suecia y entre el sur de Italia y la isla de Sicilia, por ejemplo.
Pues bien, este miércoles tocaba ir de Belfast a Glasgow, tras haber pasado unos días en ambas Irlanda. Parecía sencillo porque la distancia es corta -como podemos ver en el mapa- y no se preveía ninguna descoordinación entre barco y tren. Pero una cosa es la previsión y otra lo que realmente sucedió.
La noche cambió el panorama meteorológico y ya de madrugada una fina lluvia y viento barría esa misma calle, junto a la cual salía el autobús hacia la terminal marítima. No se auguraba una buena travesía y así fue porque nada más salir de puerto, apenas clareado el día, se veía en el horizonte la tormenta.
Y ya en mar abierto las olas iban aumentando de tamaño hasta convertirse en mar arbolada con olas que llegaban hasta la cubierta y cuya espuma rompía contra los cristales, cuando el barco estaba a medio camino entre Irlanda del Norte y Escocia. Pude tomar algunas fotos como la que encabeza esta entrada. No éramos muchos viajeros, la mayor parte de ellos conductores de camiones embarcados en el ferry o 3 ó 4 personas más. ¿Quien querría hacer un viaje en esas condiciones? Pero cuando se compra un billete por internet con bastante antelación no ponen la previsión meteorológica para esa fecha.
El viaje que debía durar 2h 22' se prolongó 45' más por la imposibilidad de que el ferry pudiera navegar a la velocidad prevista. Todo lo más que podía hacer era capear el temporal y llegar a puerto sin daño. En los momentos más duros de la travesía el barco parecía aupado por una gran ola y luego caía con estrépito hacia abajo con un golpe seco en el que crujía todo él.
Por fin, se levantó la bruma y apareció la costa escocesa cuando ya estábamos en el largo entrante de mar conocido como Loch Ryan en cuyo puerto debíamos atracar. Ya en la secuencia fotográfica vemos la mar más calmada por estar protegida la canal por una larga península del lado Este.
Como ya se había estropeado la prevista conexión con el tren en la estación cercana de Stranraer, un autobús fletado por la naviera nos recogió a los tres viajeros que llevábamos billete combinado y nos dejó en la estación de Ayr donde había un tren a Glasgow con escasas paradas, a los pocos minutos de que llegara hasta allí el autobús
Una vez cómodamente sentados en el tren aún parecía el suelo del coche moverse pero es la sensación que queda tras una travesía marítima turbulenta.
En la primera parada que hicimos saqué la cámara por la puerta y así se veía una de las pequeñas estaciones, todas ellas de color blanco, de los Ferrocarriles de Escocia.
Al poco tiempo, la megafonía del tren anunciaba la entrada en Glasgow. Y éste era el tren porque de la espectacular estación de Glasgow Central hablaremos otro día.