Los trenes mineros están en franca decadencia en muchos países porque también lo están las minas. Por eso cuando en la estación central de Cracovia se anuncian trenes a la estación de Wieliczka Rynek-Kopalnia (Mina de Wieliczka) y en el andén 2 está una unidad eléctrica de la clase EN77, de 4 coches, que sustituye a otras anteriores de dos coches de la clase SA133 para tráficos locales de la "Pequeña Polonia", se siente curiosidad por saber de qué mina se trata. Ya tratamos en otra entrada sobre una visita a las minas de Almadén donde se emergía de las entrañas de la tierra en un tren minero. Pero ahora va a ser un tren en el que nos lleve a la mina. Y no es cualquier mina sino una de sal, que ha merecido la declaración de Patrimonio Cultural por parte de la UNESCO.
Poco tarda el tren en recorrer los 10 km que hay hasta allá. También se puede ir en el bus 304 que sale junto a la estación de ferrocarril, aunque en todos los hoteles y agencias de turismo ofertan visitas a la mina con transporte en microbuses y precios que triplican al menos lo que puede conseguir con transporte público.
Wieliczka es algo más que una mina de sal. Sus 245 km de galerías que llegan hasta los 327 metros de profundidad le dan categoría de gran instalación minera. Sus inicios se remontan hasta el s. XIII y su explotación se realizó de forma continuada hasta 2007, aunque una zona aún sigue proporcionando sal de mesa. Sin embargo, la singularidad de esa mina es la suntuosidad de todo lo que podemos ver en el subsuelo: una catedral enorme, un centro de Congresos para centenares de asistentes, una sanatorio, tres capillas, decenas de estatuas y un enorme laberinto de túneles a 9 niveles. Todo ello bajo tierra, incluyendo tiendas y hasta un enorme restaurante, y todo labrado en sal.
Debajo se celebran congresos, conciertos, bodas, servicios religiosos, etc., en un constante ir y venir de gente, porque la visitan a lo largo del año más de un millón de personas.
Se precisan muchas horas para recorrer tan ingente despliegue de lugares subterráneos, aunque el recorrido habitual de los turistas incluye unos 3 km de galerías y dependencias y -de vez en cuando- algunas escaleras.
Esto que vemos es la enorme sala conocida por la "catedral" en la que se celebra misas con centenares de asistentes a casi 200 metros de profundidad. Todas sus paredes son de sal y gran parte de su decoración monumental entre la que encontramos reproducciones de cuadros célebres.
Dos hermanos y un amigo de ellos labraron durante años tan enorme sala. Entre las reproducciones en sal que encontramos está el cuadro de "La Última Cena" de Leonardo da Vinci, tallado en sal.
En esa misma estancia hay una estatua de tamaño natural de Juan Pablo II.
No todas las estatuas tienen un contenido religioso porque en otra zona encontramos ésta del poeta alemán Goethe.
También el mariscal Jósef Pilzudski ocupa un lugar de honor en otra de las galerías. Ocupó muchos cargos políticos en Polonia y llegó a ser jefe de Estado de la República durante 4 años.
A lo largo de recorrido podemos ver escenas históricas, de gran verismo, de la explotación de la mina, que incluía el uso de caballerías para el transporte de las vagonetas de sal hasta los pozos de extracción, cuyo funcionamiento podemos ver a escala o con artilugios y poleas a tamaño natural
Los niños encontrarán reproducciones en sal de cuentos infantiles muy famosos, todo con la sal como único elemento.
El tamaño de algunas salas es considerable al incluir además de una gran altura de techo, lagos profundos de aguas cristalinas totalmente saturadas de sal, que se usan con fines terapéuticos en una zona de la mina.
El entibamiento de tan enormes alturas llega a utilizar un cúmulo de grandes puntales de pino con un despliegue de escaleras y pasadizos laberínticos que se entrecruzan, algunos de los cuales están incluidos en el recorrido visitable.
El visitante disfruta en su interior además por la benévola temperatura, uniforme todo el año, del interior de la mina, en torno a 14-16º, lo que en estos días de considerable calor en Cracovia invitan a quedarse allí todo el día, incluyendo la comida en su restaurante subterráneo.
En el museo subterráneo de exhiben enormes cristales de sal gema y en la tienda pueden comprarse recipientes de distinto tamaño con sal gruesa o fina, según se prefiera.
Ver este considerable despliegue en favor del turismo y de la divulgación del pasado minero te lleva considerar el enorme desperdicio que existe en España con minas de sal abandonadas o explotaciones de sal marina con muy poco aprovechamiento y escasísima divulgación.
El colmo de la invención comercial lo vi en un carrito de helados por un pasillo subterráneo en el que el producto cremoso había sido sustituido por un formato de cristales helados de diversos colores y sabores.
Un buen día en el que ferrocarril y turismo se aúnan para que miles de personas disfruten y se instruyan al mismo tiempo.