Budapest puede presumir de muchas cosas porque la ciudad reúne todo lo que el viajero puede esperar de ella, pero además es la segunda del mundo en contar con un ferrocarril electrificado subterráneo en la ciudad, sólo por detrás de la primera línea de metro, que se construyó en Londres. En esta fotografía vemos el cartel anunciador de la estación de Ópera, de la línea 1 de Metro de Budapest, construida en 1896. Por este motivo y desde la capital húngara, merecía la pena dedicarle unas líneas.
El 27 de septiembre de 1884 abría sus puertas la Ópera de Budapest, por empeño personal del emperador de Austria-Hungría Francisco José I. El edificio contó con su patrocinio y con la financiación de la ciudad de Budapest. Cuentan que Francisco José pidió que no fuese tan rico en exorno como la Ópera de Viena. No obstante, la sala fue dorada con pan de oro del que se emplearon dos kilogramos. Por su belleza interior y exterior acabó rivalizando con la Ópera vienesa.
Aquí vemos los palcos con el de honor en el centro. También al otro extremo de la ciudad se había construido un parque que fue elegido como lugar de celebración del Milenio de Hungría. Desde ese lugar hasta el centro (Vörösmarty tér) hay una gran avenida denominada Andrássy, bajo la cual se decidió construir la línea de Metro, cuya longitud inicial fue de 5 km.
La construcción es muy superficial hasta el punto de que sólo una losa soportada por vigas metálicas separa el subterráneo de la superficie de la avenida.
En este dibujo, que formaba parte del proyecto, vemos exactamente cómo queda la línea de metro en relación con la calle. La toma de corriente es superior y se hace por medio de catenaria rígida.
Las estaciones carecen de vestíbulo y la entrada sólo consta de unos pequeños escalones, independientes de cada sentido de circulación de los trenes.
Esta es la boca de otra de las estaciones, en concreto la de Kodály. El andén en todas ellas tiene 6 metros de ancho pero su altura es de sólo 2,75 m,
En estas dos fotografías vemos uno de los andenes de una de las estaciones y un tren con su característico color amarillo, que ha acabado dando nombre a la línea.
Y ahora uno de los trenes estacionado en el andén y a la espera de los viajeros. La altura del andén sobre las vías es notablemente inferior al del resto de las líneas, similares a los actuales sistemas del metro ligero.
La decoración de las estaciones es muy sencilla, todo lo contrario de las otras líneas de metro de Budapest que tienen vistosos murales multicolores.
Sin embargo, llaman la atención los apoyos metálicos que soportan la losa superior, de hierro con refuerzo de remaches. En la parte superior aparecen rematados por un capitel a modo de ménsula sobre la que se apoya la jácena longitudinal.
La línea fue ampliada por el lado opuesto al centro, en 1973, y en 1996 renovada y restaurada en su totalidad, conservando todas las características originales.
Al estar una de las estaciones a la misma puerta del edificio de la Ópera fue el medio principal de transporte de los espectadores a tan importante centro operístico.
Por todo ello, la UNESCO procedió en 2002 a declararla Patrimonio de la Humanidad. Ahora, además de sus habituales viajeros, miles de turistas la recorren aunque sólo sea para contemplar tan singular Metro.