Nadie como el compositor checo Smetana supo reflejar, en una composición musical, lo que Praga es para propios y extraños. En su poema orquestal "Má vlast" (Mi tierra), uno de sus movimientos está dedicado al Moldava, el río que atraviesa Praga y que a veces abandona embravecido su cauce para irrumpir en la Ciudad Vieja. Los viajeros que llegan hasta aquí enseguida se sienten cautivados por sus paisajes urbanos, sus puentes, sus monumentos e incluso por cierta vida bohemia que inspiran algunos de sus rincones. El viajero ferroviario llegó hasta aquí y sintió la tentación de quedarse si no le urgieran quehaceres en otros países.
Han pasado dos meses desde que en mi viaje veraniego por Centroeuropa y los Balcanes recalase en la capital checa. Ya escribí sobre algunos aspectos ferroviarios de Praga cuando abordé el pasado y el presente de su estación central que precisamente tenía frente al hotel donde me alojé y que podía ver en toda su magnificencia desde la ventana. También me referí en otra entrada al curioso restaurante Vytopna, en el que los comensales ven servidas sus bebidas -singularmente la cerveza- por una eficiente red ferroviaria que cubre todas las zonas del establecimiento.
Hoy me decidí a escribir sobre diversos aspectos ciudadanos que al viajero curioso no le pasan inadvertidos, sin olvidar su extensa red tranviaria, algo común en muchas ciudades europeas.
Y Praga, además de su caudaloso río trufado de puentes, que vemos parcialmente en la foto del inicio, tiene otro río urbano que atraviesa una zona de la ciudad: es la Plaza Wenceslao, pulmón de la vida ciudadana, donde se pasea, se come, se bebe, se alterna y se canaliza parte de la actividad cultural en el imponente edificio del Museo Nacional, que se yergue en uno de los extremos de la plaza.
La estatua que vemos delante del Museo es la de Wenceslao I de Bohemia, que accedió al trono de ese reino en el año 924 y reinó hasta que fue asesinado pocos años más tarde por su propio hermano. La Iglesia católica le venera como santo: San Wenceslao, y la ciudad de Praga -corazón de la Bohemia- le ha dedicado su plaza más importante.
En obras estaba el Museo durante este verano pero ello no fue óbice para que pudiéramos asistir en él a un concierto de música de cámara donde, junto a "Las cuatro estaciones" de Vivaldi, se interpretaron obras de los dos grandes compositores checos: Smetana y Dvořák.
La escalinata principal del Museo fue el mejor marco para ese concierto de lujo, donde los espectadores ocupábamos los escalones y las barandillas.
Algo que llama la atención y que echamos de menos en las grandes ciudades españoles es la excelente oferta de conciertos de esa ciudad, como en otras grandes capitales europeas. Las mejores salas e iglesias ofertan a diario conciertos de música clásica, cuyas entradas pueden adquirirse en multitud de lugares esparcidos por la ciudad. Incluso por la calle se reparten pasquines y se pegan carteles con las convocatorias del día. Jóvenes y mayores tienen descuentos y los precios resultan muy asequibles para todos.
A escasa distancia del Museo Nacional se encuentra la Ópera de Praga con sus dos edificios: el histórico y el moderno. Una absurda planificación ciudadana, en la que parece privar el culto al automóvil, ha creado una vía rápida entre esta parte de la ciudad y la estación ferroviaria central dificultando el tránsito peatonal de un lado a otro. Han prolongado así la autovía de acceso norte de Praga, que cruza por un moderno puente el Moldava, hasta el punto de partir la ciudad englobando a estos monumentos en una vía rápida. Al menos el ferrocarril pasa en túnel bajo la zona.
Otro de los lugares imprescindibles de la parte de Praga situada al este del Moldava es la Plaza de la Ciudad Vieja, donde se concentran miles de turistas para contemplar el espectáculo del reloj astronómico.
Tras los edificios barrocos se alzan las torres de la iglesia de Nuestra Señora de Tyn, terminadas en agujas de atrevido diseño arquitectónico. En esa plaza abundan los puestos de mercadillo, los de comidas populares checas, como es el cerdo asado, las terrazas de los restaurantes, los músicos callejeros pero, en uno de sus rincones, se alza el reloj astronómico, pieza única en el mundo, cuyo artífice fue privado de la vista, según la tradición, para que no pudiese crear otro similar.
La compleja maquinaria nos ofrece el tiempo astronómico y una secuencia de esculturas religiosas en movimiento cuyo detalle se explica en la web enlazada.
Las aguas del Moldava desbordado han llegado en algunas ocasiones hasta esta plaza y su reloj, pues se encuentra a una cota escasamente elevada sobre el nivel más bajo del río.
Y ya que hablamos del Moldava, a pocos metros de la plaza está el famoso Puente de Carlos, un lugar donde el arte callejero, la vida bohemia, el turismo, la historia y las vistas ciudadanas se acumulan en tan reducido espacio haciendo difícil el tránsito, aunque todo él está reservado a los peatones.
Allí mismo, justo en la intersección de la calle Karlova con la paralela al río, pude contemplar una curiosa y espontánea muestra de los tranvías de Praga en un atasco callejero.
A la izquierda tenemos un par de unidades de los Tatra T3 que constituyen la parte más importante de la considerable flota de 935 tranvías que circulan por la ciudad. A la derecha, una unidad de los modernos Skoda 15T de piso bajo que se están incorporando para sustituir a la unidades más antiguas. Volveremos a verlos en otras partes de la ciudad. En este enlace tenemos todas sus líneas.
¿Quien reconoce en este manso río del primer día de Julio de 2013 al feroz Moldava que pocos días antes había amenazado con inundar de nuevo la Ciudad Vieja? Y es que el Moldava (Vltaba, le llaman en Praga) tiene aspectos cambiantes con pocas semanas de diferencia: de río desbocado a manso curso de agua surcado por muchos barcos turísticos que lo recorren para mostrar todo lo que desde ahí se percibe de historia y arte en sus orillas.
Volvemos de nuevo a la Plaza Wenceslao, precisamente a la calle transversal por donde circulan estos antiguos Tatra, para encaminarnos a otra de las joyas de la Ciudad Vieja de Praga.
Pocos metros más adelante nos cruzamos con uno de los tranvías Skoda modernos. Y más adelante con otro Tatra, ya cerca del lugar a donde íbamos.
Lo que vemos detrás es la Torre Jindrisska que tiene dentro de ella un restaurante y un carillón y desde la que se observa una espectacular vista de la ciudad.
Apenas nos habíamos movido de ese mismo lugar -sólo atravesar la calle- cuando apareció este otro Tatra con una librea publicitaria de un centro comercial.
Por fin llegamos a la Plaza de la República donde se encuentra el Centro Cultural de Praga, en este edificio Art Nouveau, auténtica joya arquitectónica. Aquí se declaró la independencia de Checoslovaquia en 1989. Aunque también estaba interesado por volver a un lugar donde en uno de sus restaurantes tuve una inolvidable y romántica velada casi 20 años atrás, cuando Praga se sacudía los últimos vestigios del régimen comunista.
Recorrer su interior y asistir allí a un concierto en la Sala Smetana es algo que ningún visitante de Praga puede omitir.
Incluso, si el presupuesto alcanza que los precios para un foráneo no son elevados, degustar una cena en el restaurante Francouzska cuya foto inserto aquí debajo y que me hizo recordar una cena de muchos años atrás en ese mismo lugar, inspirado en el arte arquitectónico francés de finales del XIX.
Debajo de ese lujoso comedor hay otro restaurante más popular en una sala llena de arte e historia.
Justamente al lado del Centro Cultural se alza esta torre, vestigio de los antiguos accesos a la Ciudad Vieja.
Harían falta muchos días para abarcar todo lo interesante que encierra esta parte de Praga pero había que explorar la parte alta, Malá Strana o Ciudad Pequeña, situada al Oeste del Moldava, al otro lado del Puente de Carlos, pero a la que puede accederse cómodamente tomando la línea A del Metro y apeándose en la estación Malostranská. El Metro de Praga sólo tiene tres líneas (A,B y C, cuyos colores son el verde, el amarillo y el rojo, respectivamente).
Sus estaciones y sus trenes son iguales que los de cualquier metro de cualquier ciudad del mundo, por lo quienes están acostumbrados a usarlo en otro lugar no tendrán ninguna dificultad para desenvolverse en éste.
Una larga y empinada calle, cómoda de subir por la sucesión de escalones, pone al visitante a muchos metros de altura sobre el resto de la ciudad y en medio de un conjunto arquitectónico indispensable de visitar aunque lleve todo el día.
Allí está la catedral de Praga, los edificios gubernamentales más importantes, algunas embajadas, museos, palacios, iglesias, etc., y una panorámica sobre el resto de la ciudad y el río.
Me comentaba un amigo, que había pasado el fin de año en un vivienda situada junto al parque que está en esta zona de la ciudad, que el espectáculo de los fuegos artificiales que se disparan en esa festividad en la Ciudad Vieja y la Nueva, vistos desde aquí arriba son algo difícil de olvidar mientras vivas.
Este es el exterior de la catedral de San Vito, donde está enterrado San Wenceslao. Debajo, la nave central y el sepulcro de San Juan Nepomuceno.
Del conjunto de edificios que componen la Ciudad Pequeña, destacaremos esta sala, del antiguo Palacio Real.
El lector avispado le encontrará semejanza con otro lugar de estilo gótico de una ciudad española. Igualmente es de gran interés la nave única de la capilla aledaña.
Toda la Ciudad Pequeña se encuentra amurallada y sus puertas guardadas por soldados que se turnan día y noche. No tendría nada de particular si el relevo de la guardia no se hiciera con solemnidad y especial rito.
La banda de cornetas y tambores que acompaña al relevo se sitúa en los ventanales de uno de los edificios oficiales de la plaza y desde allí tocan marchas como si de las figuras de un carillón se tratase.
Terminado el relevo de la guardia, los numerosos turistas se desperdigan por el conjunto arquitectónico o se dirigen hacia las balconadas para admirar el panorama de la ciudad y del Moldava con sus puentes.
Desde esas alturas, el Puente de Carlos adquiere una nueva dimensión dentro de la trama urbana.
En la parte sur de Praga hay una interesante fortaleza denominada Vyšehrad, cuya entrada aparece en esta foto. A esa fortaleza se llega en la línea C del Metro (la roja), cuya estación -del mismo nombre que la fortaleza- se encuentra en el interior de un largo viaducto de la autovía Norte-Sur de la ciudad. que pasa sobre las vías de acceso del ferrocarril a la estación central.
Este es el viaducto. La lejanía no permite apreciar en su magnitud el tamaño del tablero donde va incrustada la línea del metro, pero si nos acercamos lo percibiremos mejor.
Estas cristaleras permiten que la estación de Metro cuente con luz natural. Entrando en la propia estación se nos muestra muy luminosa.
La solución de ingeniería ha permitido que la linea de Metro discurra muy en la superficie a pesar de las distintas cotas del terreno. En cambio, el ferrocarril que entra por el fondo de ese valle, accede a la estación central a través de un túnel bajo el barrio de Vinohrady, tal como hemos podido ver en la entrada correspondiente a esa estación.
Además de la zona amurallada, que es una atalaya sobre el Moldava, el recinto de Vyšehrad encierra la iglesia de San Pedro y San Pablo, además de otros edificios religiosos.
Y al lado de esta iglesia hay una necrópolis de personajes célebres.
Desde uno de las balconadas sobre el Moldava, de esa fortaleza, se obtiene una vista excelente del puente ferroviario de Výtoň, de acceso a Praga por el sur. Este puente metálico fue inaugurado el 15 de agosto de 1872, con una única vía, aunque más tarde fue sustituido por el de doble vía que hay actualmente, incluyendo pasarelas para el paso peatonal.
Aquí vemos el puente atravesado por un tren de la operadora privada checa RegioJet.
No quería terminar esta breve pincelada resumen de una semana en Praga, sin referirme a algo que vi en una pequeña calle comercial de la Ciudad Nueva.
Es una tienda de artículos de recuerdo checos y españoles, junto con bebidas de calidad, regentada por un par de emprendedores españoles. "El rincón de Praga" es su nombre y hace honor, tanto al título del establecimiento, como a la capacidad emprendedora de tantos españoles que se han visto obligados a abandonar su país y emprender una nueva vida lejos de nuestras fronteras.