Londres es una ciudad que atrae por más que las modernas edificaciones, incluso en la City, están cambiando drásticamente el perfil tradicional de la ciudad. Y dentro de Londres, la belleza de sus estaciones emblemáticas, vestigio del pasado pero modernizadas para dar cabida en ellas a las necesidades del tráfico actual de trenes y a la atención de los viajeros. Con ocasión de nuestro viaje actual a Londres, hemos querido detenernos de forma especial en Victoria Station, la segunda estación londinense por número de viajeros, con 81.356.330 personas que pasaron por ella en el último año, según los datos oficiales.
Esta estación nació inicialmente en 1860, como respuesta al aumento de tráfico que había experimentado London Bridge y ante la creciente extensión de líneas hacia el Suroeste de Londres.
Las inacabables obras que se desarrollan desde hace años para mejorar la conexión con el Metro delante de esta fachada, nos han obligado a seleccionar una foto anterior (Foto Mr Pany Goff) porque el vallado y las casetas de obra impiden ver en su integridad la excelente factura de su fachada, diseñada por A. W. Blomfield, y edificada en 1906 cuando la estación ya llevaba bastantes años funcionando.
Para que los sufridos visitantes que pasan a diario por ella y los turistas ocasionales sepan por qué lleva años vallada la plaza delantera, ponemos el croquis de lo que se está haciendo en el subsuelo y que se concluirá totalmente en 2018. Todos esos nuevos pasadizos tratan de facilitar el acceso al Metro (Líneas District, Circle y Victoria) de los millones de viajeros que se mueven por Victoria Station y que ahora colapsan las conexiones existentes.
Pero, obviando tantas vallas de obras, el interior de la estación conserva las líneas originales de fachadas interiores históricas, apenas cubiertas por la profusa cartelería de los servicios actuales.
Como en toda estación que se precie, en Victoria no faltan los relojes: uno encastrado en piedra y otro en el andén desde donde salía el Orient Express, por más que alguno prefiera, bajo el reloj, mirar mejor la hora en el de su muñeca. La oficina del Orient Express, que se encontraba ahí debajo, ha cerrado definitivamente pero ya la habíamos fotografiado con anterioridad.
Perdido en un rincón está el cartel que indicaba a los viajeros donde podrían refrescar el gaznate y llenar la panza.
La irreverente actuación de los actuales gestores de la estación casi cubre con el anuncio de las ventanillas de expedición manual de billetes, tan importante vestigio para ese lugar. Hoy día hay tantos locales de restauración en el vestíbulo y pasillos aledaños que no hacen falta letreros. Es más, para un invidente le resultará fácil localizarlos por el diversos olor de las viandas que venden.
Si es usted uno de esos viajeros que siempre van mirando al suelo en él encontrará también la indispensable ayuda de orientación para llegar a cualquier sitio de la estación.
Más curioso resulta hoy día el anuncio de la "Parcel Office" de la estación, como ahí vemos. El servicio de paquetería, hoy abolido en los Ferrocarriles británicos y prácticamente en toda Europa, tuvo mucha actividad en las compañías ferroviarias que tuvieron a esta estación como cabecera de sus servicios en el pasado.
Si usted es uno de esos aficionados al ferrocarril que gustan de fotografiar los trenes a pie de andén, despídase de hacerlo en el Reino Unido, a menos que vaya a montar en el tren. Todo los andenes están dotados de canceladoras y no se puede acceder sin billete aunque, dicho sea de paso, nunca me pusieron obstáculo para pasar por ellos si quería hacer una foto. El numeroso y atento personal que hay en las estaciones le abrirá la puerta, para entrar o salir por ella.
En contra de lo que sucede en España, donde la creciente comercialización de espacios en las estaciones, apenas deja más espacio libre que el necesitan los viajeros para ir de un lado para otro, en el Reino Unido los vestíbulos dejan generosos espacios abiertos en sus terminales ferroviarias.
Esto facilita que en llos puedan desarrollarse actividades recreativas, como la que pudimos ver a cargo de Popchoir, con un recital para divulgar sus actividades, en el mismo centro de Victoria Station.
No resulta extraño, a pesar de la creciente modernización de la vida y las tradiciones británicas, que se haya conservado su patrimonio arquitectónico ferroviario. Al fin y al cabo, no lejos de esa estación tenemos un ejemplo de hasta donde llega el respeto por el pasado.
En Victoria Street a pocas manzanas de la estación, podemos ver el antiguo restaurante Albert, con más de 150 años de historia, emparedado entre rascacielos pero incólume. "Miembros de la realeza británica, ministros del gobierno y parlamentarios selectos" -como dice un cartel junto a su puerta- comían en él. Algunos vendrían del cercano Parlamento británico y otros tal vez de algún tren llegado a la estación. Aunque los precios en él son ahora más asequibles, no es cuestión de dejarse ahí la cartera. En la propia estación puede comerse a precios razonables. (MAM)