21 de abril de 2012

Lisboa a todo tren (III): a Sintra desde Rossio

La línea ferroviaria que une Lisboa con la ciudad de Sintra, declarada Patrimonio de la Humanidad, tiene como paso obligado tomar el tren en la estación de Rossio, cuya fachada que da a Restauradores aparece sobre estas líneas.

Inaugurada esa estación en 1890 fue cerrada en 2004 para proceder a su restauración así como la del túnel que comienza en la propia estación y discurre bajo una parte de Lisboa a lo largo de 2613 metros. En febrero de 2008 se reabrió para cubrir exclusivamente los servicios suburbanos con Sintra.


Su interior está cubierto por una marquesina a dos aguas sobre apoyos de hierro forjado. Tras la restauración, el interior quedó tal como se ve en las fotos.




Durante el viaje, que dura algo menos de una hora, el tren circula por parte de la transversal norte de Lisboa en proceso de cuadruplicación de vía hasta Agualva-Cacém, tramo en el que coinciden con los de Sintra los suburbanos que van a Meleças y los trenes de Larga Distancia de la línea del Oeste, así como circulaciones de mercancías.


Una de las vistas más bonitas a lo largo del trayecto es la de un tramo del acueducto de las Aguas Libres, de Lisboa, cuya longitud total es de 19 km.



Mientras se observa el paisaje y las localidades del trayecto se llega a Sintra en medio de un paisaje algo distinto al de Lisboa. Aquí todo es montañoso y verde y las casas y palacios aparecen desperdigados en el conjunto urbano.





La arquitectura de la estación guarda muchas similitudes con tantas otras de Portugal, donde no faltan los mosaicos en sus paredes. Los andenes arrancan desde el túnel contiguo y los trenes los ocupan en su totalidad ya que circulan habitualmente en doble composición para dar cabida a los numerosos turistas que llegan hasta allí. Por la estrechez de sus calles y la escasez de estacionamientos no es buena idea ir en coche hasta Sintra, so pena de tener que dejarlo en la carretera de acceso, cerca de la propia estación.

El recorrido entre la estación y el centro histórico de Sintra es un agradable paseo con unas vistas excepcionales. Estatuas en mármol decoran la acera, entre cuyos personajes representados está el escritor y diplomático portugués Eça de Queirós, una de cuyas obras literarias de contenido policíaco se titula precisamente "El misterio de la carretera de Sintra".

Otro escritor, Lord Byron, inglés en este caso, llamó a Sintra el Edén glorioso, pues tuvo ocasión de visitarla a comienzos del siglo XIX.

Y no le faltaba razón porque a medida que uno se va acercando a la parte más poblada comienzan a aparecer edificios con estilos arquitectónicos muy diversos que son muestra de su pasado.





Este capricho arquitectónico es el edificio de la Cámara Municipal de Sintra. A pocos metros de ahí se puede contemplar esta fuente de estilo mudéjar.


Y casi desde el mismo emplazamiento de la fuente se divisa en todo su esplendor el casco urbano coronado por las torres cónicas del Palacio Nacional.


A partir de ahí puede uno optar por perderse en las solitarias callejuelas, por recorrer la zona urbana llena de turistas y comercios de recuerdos o visitar la multitud de palacios y casas palaciegas, que llegan hasta la cima de la montaña, con tanta abundancia que parece difícil reunir tanta belleza arquitectónica en tan pequeña superficie.

Comer en Sintra tampoco es un problema dado el considerable número de restaurantes que hay en la zona urbana, con precios para todos los bolsillos.

El día que me acerqué hasta allí desde Lisboa en este último viaje -ya había estado otras veces con anterioridad- había tal atasco de coches y autobuses que sorprende la actitud de quienes podían haber dejado el vehículo en otra parte y haber optado por el viaje en tren al precio de unos dos euros.

Fachada de la Quinta da Regaleira a escasos metros del centro urbano de Sintra.

Los trenes desde Lisboa a Sintra desde Rossio parten con una frecuencia muy elevada: cada media hora. La vuelta a Lisboa está asegurada hasta casi la una de la madrugada durante todos los días de la semana, y el viaje y la estancia son un regalo para la vista y los sentidos, especialmente si se asciende hasta el Palacio de Pena o el Castillo de los Moros, ambos en la cima de la montaña.