21 de abril de 2012

Lisboa a todo tren (II): excursión ferroviaria a Évora

Torre de la catedral de Évora vista desde un ángulo del claustro



Ir en tren desde Lisboa a Évora y volver en el día es tan sencillo como tomarlo en la estación de Entrecampos y tras algo menos de hora y media llegar hasta esa ciudad, patrimonio de la Humanidad en el corazón del Alentejo, a mitad de camino entre Lisboa y España.

En ella se concentran gran número de monumentos en un centro histórico totalmente amurallado en proceso de restauración integral, que van desde la época romana, con su templo del siglo I, hasta lugares tan curiosos como la Capilla de los Huesos, construida junto al Convento de San Francisco.

Desde un punto de vista ferroviario la excursión tiene varios motivos de interés: el tren que lleva hasta allá es uno convencional, con locomotora y coches, del tipo de los usados en Portugal para algunos recorridos de Larga Distancia.


Aquí lo vemos antes de la partida, nada más detenerse en uno de los andenes de la estación de Entrecampos. La locomotora es eléctrica, de la clase 5600, iguales a las 252 españolas, que en Portugal se utilizan tanto para remolcar trenes de viajeros como para los de mercancías.

Como la locomotora lo permite y la línea ha sido renovada en su casi totalidad, el tren puede llegar a alcanzar los 200 km/h.

Por cierto que esa renovación de la línea, con los mejores parámetros para la alta velocidad, resulta bastante curiosa porque Évora es final de trayecto, con no muchos viajeros, y las expectativas de continuación de esa línea son francamente escasas.

El interventor de ese tren, quizá deseoso de contar las excelencias del ferrocarril portugués, pronto hiló la hebra conmigo y quedé bien satisfecho de las explicaciones que me fue dando sobre el tren, la línea, sus características, el futuro del ferrocarril en Portugal y la alta velocidad.

Incluso durante el paso por el puente sobre el Tajo pude hacer esta curiosa y creo que inédita fotografía.

Son las tripas de acero de la plataforma ferroviaria de ese puente a 70 metros sobre la superficie del agua. Pude disfrutar de esa vista durante todo el trayecto del puente hasta llegar al otro lado, tomando fotografías incluso en el cruce con otro tren que venía en sentido contrario. Sobre mi cabeza la plataforma para el tráfico de carretera y debajo el vacío.

En la estación de Casa Branca, la última parada antes de Évora, el tren se detiene para que se pueda enlazar con una unidad diésel que va a Beja, ciudad fundada por los romanos y situada en la cima más alta de la zona, que luego fue durante cuatro siglos una fortaleza morisca.

La estación de Évora ha sido rehabilitada, al tiempo que la línea y, como muchas edificaciones portuguesas, muestra la riqueza compositiva de su cerámica en los bajos del edificio. Este es el aspecto del conjunto desde la pasarela que conduce a los diversos andenes.


Desde la estación hasta el centro histórico es un agradable paseo por una calle ligeramente en cuesta, acompañado por el constante sonido de los carillones marcando los distintos cuartos y las horas.

En uno de los  muchos azulejos que decoran la estación, merece la pena destacar éste en el que se ve el rey portugués D. Manuel I invistiendo a Vasco de Gama, en 1497, como comandante de su expedición a la India.

Muchas estaciones portuguesas tienen una rica decoración de mosaicos, pero ninguna como la San Bento en Oporto construida a comienzos del pasado siglo sobre un antiguo convento que data del siglo IX.

Los enormes mosaicos que decoran su vestíbulo son un resumen de los mejores pasajes de la historia de Portugal. Algún día tendremos ocasión de verlos en directo desde este blog.

Para aprovechar al máximo la visita a Évora que, con el tren, puede prolongarse durante bastantes horas, nada mejor que acudir a la web oficial de turismo de esa ciudad: Web Oficial de Turismo de Évora.

La gastronomía de la zona es rica en productos de la tierra, incluyendo el vino del Alentejo. La ventaja del tren para estos desplazamientos es que el interventor no hace controles de alcoholemia.

Y antes de volver, dos fotografías más: la Praça do Giraldo y las ruinas del Templo romano.