29 de agosto de 2014

Los países bálticos, paraíso turístico (II): Letonia


Estamos en Riga, la capital de Letonia, la ciudad más grande de las Repúblicas bálticas, Patrimonio de la Humanidad y en 2014 Capital Europea de la Cultura. Y lo que vemos en la foto es el puente Vanšu, construido durante el periodo soviético de Letonia e inaugurado en 1981. Tiene 595 metros de largo y las aguas que fluyen por debajo son las del río Daugava, ya cerca de su desembocadura, tras haber regado antes gran parte del sur de Letonia. Riga es el mayor centro cultural, educativo, político, financiero, comercial e industrial -también en lo ferroviario- de toda esta región del Báltico. Y así de bello estaba su cielo cuando llegué, en mi visita a Letonia, procedente de Lituania. No pudo ser en tren porque no hay conexión ferroviaria entre ambas repúblicas. Esta bella ciudad, cuya arquitectura urbana es espectacular, pues abarca muchos estilos entre otros el modernismo, me sorprendió, como el resto de Letonia, en éste mi primer viaje allá. No en vano es considerada el París del Este de Europa. Y voy a intentar transmitir lo que pude percibir no sólo en Riga sino también en los diversos desplazamientos ferroviarios que realicé por toda la República.



Y puestos a empezar por algún lado a la hora de visitar la ciudad, lo haremos por la plaza del Ayuntamiento donde está también la famosa Casa de los Cabezas Negras, en este edificio del siglo XIV. En este plaza se suelen reunir los turistas para comenzar los circuitos guiados por lo que hay guías turísticos con banderas de los países de los idiomas en los que explican.

No siempre la gente que se congrega allí son turistas y ni siquiera son personas. Nada más arribar a la plaza me encontré esto.



No hace falta decir que lo último que necesitaban los congregados era un guía turístico. Pues quienes ahí estaban parecen ser -por las pancartas- los habitantes de una pequeña isla en el centro del Daugava, en Riga, cuyo nombre es Lucavsala que reclaman su papel en el turismo, pues afirman tener más de 100 años de historia. Las ovejas, ajenas a sus reivindicaciones, no pararon de recorrer la plaza mientras sus portavoces hablaban con el alcalde.



En esa misma plaza, en el edificio que vemos al fondo con aspecto bastante siniestro, está el Museo de la Ocupación de Letonia entre 1940 y 1991. No hace falta decir que quienes la ocuparon fueron los soviéticos. Todo lo que se muestra en el interior es mucho más siniestro que el aspecto exterior del edificio. Desgraciadamente, el ferrocarril, que hoy es un medio pacífico de transporte, jugó un papel tremendo en las deportaciones que siguieron a la ocupación, en las que miles de letones fueron transportados a campos de trabajo en tierras muy lejanas de las suyas. Invitamos a los lectores de este Blog a entrar en él por mucha repugnancia que puedan darle las imágenes. Son como una vacuna ante los desmanes de quienes arrasan con los derechos de los pueblos.

Para completar el entorno, la Iglesia luterana de San Pedro que fue destruida en 1941 y cuya reconstrucción no concluyó hasta 1991.



Hay que irse bastante lejos para poder sacar completa la altísima aguja de la torre. Desde esa torre y a 72 metros de altura, los turistas pueden contemplar esta vista en 360º de la ciudad. Y ya que desde ella se ve a los lejos un puente metálico sobre el Daugava nos trasladaremos hasta él pues en el anochecer cobra toda su belleza.



Se trata del puente ferroviario sobre el que ya hemos escrito ampliamente en esta otra entrada, por lo que remitimos al lector a ese texto, en la seguridad de que disfrutarán con su lectura y la vista nocturna del puente iluminado.

Los puentes de Riga sobre el Daugava le dan a la ciudad varios contrastes arquitectónicos, pues junto a éste, edificado inicialmente en 1873, tenemos el más moderno, atirantado, cuya foto encabeza esta entrada.



Las orillas del Daugava, especialmente en la margen izquierda, son un lugar de paseo apacible. que permiten contemplar detalles interesantes de su arquitectura. El río es muy caudaloso y las amplias zonas verdes que lo flanquean hacen más agradable el paseo antes de que lleguen los rigores del invierno. En especial, si el turista no se empeña en ir "a donde va todo el mundo".



Si atravesamos el río por el Puente de Piedra (Akmens Tilts, en letón) nos sorprenderá la frecuencia de los muchos tranvías que pasan de un lado a otro de la ciudad. Podremos ver históricos Tatra de la época soviétiva junto a otros fabricados por RVR, en Riga, de época posterior. En otras zonas de la ciudad veremos también los modernos Skoda, llenos de anuncios publicitarios.





Nada que no haya visto ya el lector si ha viajado por los países del Este de Europa, pero quizá nunca vio lo que pongo a continuación.



Se trata de un tranvía regadera que va limpiando de polvo los raíles y al que se le puede ver a lo largo del día por muchas zonas de la ciudad.

Precisamente por ese puente que hemos mencionado se llega al Museo del Ferrocarril de Letonia, del que ya hemos hablado algo en la entrada del Blog dedicada al ferrocarril de este país. Creo interesante acercarse hasta él porque podremos ver una retrospectiva de su historia, pero si lo menciono aquí es porque encontré en el Museo una joya ferroviaria singular de la que sólo había oído hablar en la literatura.



Se trata de un coche celular ferroviario, llamado en ruso Stolipina, en recuerdo del político Piotr Stolypin, primer ministro del Zar Nicolás II de Rusia, que fue quien mandó construirlos.

Stolypin murió asesinado en 1911, pero sus "stolipines" dejaron un mal recuerdo en Letonia pues, construidos para llevar un escaso número de presos, sirvieron para deportar a muchas personas hacinadas en números hasta de 34 en el escaso espacio dedicado en ellos a los detenidos. Alexander Solzhenitzyn las menciona en algunas de sus novelas.

Volvamos al centro de la ciudad que ya se está demorando.



Y quizá lo más famoso sea el Monumento a la Libertad, situado en la zona de parques que separan el casco histórico de los barrios modernistas. Este monumento fue edificado en recuerdo de la Guerra de la Independencia de Letonia (1918-1920). Muchos días montan guardia ante él soldados de sus Ejércitos. Y los turistas se fotografían ante esa columna de piedra rematada por la estatua de cobre de la Libertad.

Como tras la Segunda Guerra Mundial, Letonia fue de nuevo ocupada, el monumento sirve también para rendir tributo a los mártires de la ocupación soviética.



Este centro histórico está salpicado de antiguas mansiones de comerciantes, pues Riga fue en el pasado un centro mercantil importante en el norte de Europa. El considerable número de turistas que llegan a la ciudad ha transformado esas mansiones y plazas en un auténtico restaurante de a todas horas, con sus terrazas ocupando las minúsculas aceras, lo que entorpece no poco un tranquilo deambular y, sobre todo, la vista de tanto tesoro arquitectónico.



Fieles a nuestra costumbre pudimos asistir a algún concierto en una de las salas del Centro histórico.




Quizá hubiese sido mejor asistir a una representación operística, pero la Ópera está cerrada en verano. Hay que conformarse con ver el edificio desde el exterior.



Tampoco faltaron los conciertos al aire libre, dentro de las celebraciones de la Capital Europea de la Cultura, acompañados por un tiempo excelente.



Salir de la ciudad vieja y atravesar los parques donde está situado el Monumento a la Libertad, nos lleva enseguida a los barrios modernistas, cuyo preámbulo es el parque Esplanade, donde está situada la catedral ortodoxa de la Natividad de Cristo, de estilo neobizantino.



Por curioso que parezca, durante la época soviética fue convertido en un planetario. A partir de ese edificio si se sigue por el boulevard Bribivas se entra en la zona modernista de Riga, con edificios que nos recuerdan algunas otras grandes capitales europeas.







Son estos barrios, poco frecuentados por los turistas, donde se concentra todo el dinamismo de la actividad comercial de Riga. En una parte de esta zona de la ciudad hay antiguos palacios convertidos hoy en edificios gubernamentales y en embajadas.







Este último edificio es el que ocupa la Embajada española en la República de Letonia.



El colofón de este excepcional paseo podría ser el edificio del Teatro Nacional. Pero llegados a este punto, quienes estén acostumbrados a visitar ciudades de países que han estado bajo la férrea bota soviética se preguntarán donde están en Riga las muestra de la arquitectura de esas décadas. Hay que irse fuera de todos estos barrios y al sur de la estación nos encontramos con las muestras de ese pasado que los letones prefieren olvidar.



Aquí tenemos el edificio más representativo del pasado soviético de Riga. Es el que ocupa la Academia de las Ciencias. Fue construido entre 1953 y 1956 con fondos detraídos de las remuneraciones de los campesinos, pues su finalidad era servir de escuela de capacitación agraria. Los habitantes de Riga lo llaman "la tarta de cumpleaños de Stalin". Todo el barrio donde está enclavado guarda muchos recuerdos, en las viviendas, de la arquitectura urbana de esa época.

Muy cerca de ese edificio y de la estación de ferrocarril está el mercado central de Riga. Es muy interesante la gran variedad de productos que están a la venta, incluyendo pescados del Báltico. En un recorrido por sus grandes naves, me encontré lo que se ve en la foto.




Nada menos que un puesto con gran variedad de productos españoles. Me acerqué a hablar con la que lo atendía. Nadie allí era de España. La gran aceptación de productos como las aceitunas, el aceite de oliva, el vino, los quesos de nuestro país, les había llevado a abrir la tienda especializada. Frutas españolas había muchas en las fruterías del mercado.




A esa época pertenece también el edificio de la estación central de ferrocarril de Riga. Su moderno aspecto exterior y del vestíbulo en nada refleja la fealdad de sus andenes, necesitados de una renovación total.



Para una descripción más detallada del ferrocarril en Letonia remitimos al lector a esta otra entrada del Blog.

Riga también tiene su parte rabiosamente moderna con aires de arquitectura del siglo XXI. Y el exponente máximo es la Biblioteca Nacional, cuyo nuevo edificio podemos ver en esta foto.



Este nuevo edificio de la Biblioteca Nacional de Letonia se ha inaugurado precisamente el 29 de agosto de 2014.



Más al norte del puente Vanšu se están levantando también modernos edificios de lo que será un centro financiero.

Explorando en tren el país: Daugavpils



Aprovechando la amplia red ferroviaria de Letonia, que vemos en este mapa, decidí recorrer en tren la distancia entre Riga y Daugavpils, la segunda ciudad de Letonia, situada muy cerca de la frontera con Bielorrusia y a donde acaban los servicios de viajeros de los trenes nacionales.

Esta ciudad tiene más de 100.000 habitantes de los que más de un 50% son rusos y hasta el 20% polacos y bielorrusos. Por ello, es el ruso el idioma más hablado en la ciudad, en la que la mayor parte de los carteles están en ese idioma.

En el pasado fue un potente núcleo industrial que decayó con la independencia de Letonia pero la Unión Europea está financiando políticas de reconversión que comienzan a dar ya sus frutos.



La enorme playa de vías de su estación ferroviaria suele tener un notable tránsito de trenes mercantes en la relación entre Rusia y Bielorrusia con el puerto de Ventspils. Muy cerca de esa estación está su principal industria, dedicada a la reparación de locomotoras diésel: DLRR.




El tren diésel en el que efectué el viaje, aunque con el aspecto exterior idéntico al de otras unidades muy antiguas de los Ferrocarriles de Letonia, mostraba un aspecto remozado con asientos tapizados y conexión wifi a internet.





El edificio actual de la propia estación, edificado en 1951, muestra los cánones de la arquitectura soviética.



Otros muchos edificios de la ciudad tienen también esa arquitectura ecléctica como éste de la Vienibas Nams (Casa de la Unidad) aunque fue edificado en 1937-1938. En su interior reúne diversas actividades, en su función de usos múltiples (biblioteca, teatro, casa de la cultura, etc).

Un recorrido urbano evidencia los fuertes contrastes entre una arquitectura pasada de época y la creciente invasión de actividades comerciales.





Como no podía ser de otra forma, Daugavpils cuenta con una densa red de tranvías, en la que se mezclan unidades KTM (rusos), RVR (letones) y Tatra (República Checa).








El cableado en algunas intersecciones es tan denso y pesado que los postes de sustentación mantienen un difícil equilibrio.



Pero lo que hace más famosa a Daugavpils es su castillo-fortaleza a orillas del Daugava y que da nombre a la ciudad (pils = castillo).



Esta es la puerta de acceso con el pasadizo sobre el foso. El tamaño es notable por lo que preferimos utilizar esta foto aérea, cortesía de la Oficina de Turismo de la ciudad.



Una visita detallada exige casi todo un día que hay que elegir en función de la meteorología.



En Daugavpils, como en otras muchas ciudades que en el pasado estuvieron bajo el dominio soviético, se observan en las numerosas construcciones de porte muy similar, la segmentación actual según sus moradores  hayan o no prosperado económicamente. Algunas casas están tan deterioradas que hace pensar en los escasos posibles de sus dueños, mientras que en otras se han efectuado reformas, como cerramiento de terrazas, pintado de herrajes, etc.



Otros bloques de viviendas, también de época anterior a la independencia, evidencian que sus moradores tuvieron mejores puestos en la burocracia estatal.



Un moderno hotel, situado en el mismo centro de Daugavpils, asegura alojamiento al no demasiado turismo que llega a la ciudad.







Es también notable el número de iglesias ortodoxas rusas, con su peculiar arquitectura, diseminadas por la ciudad.

Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta, merecía la pena fijarse en las pequeñas estaciones del trayecto.








Y también en el incesante cruce con trenes mercantes formado por vagones rusos en su mayor parte.



Hacia Tukums

La siguiente línea férrea que decidimos explorar es la que conduce a Tukums, con un recorrido hacia el Oeste de Letonia, muy pegado al litoral en su parte inicial, con muchas playas populares para los habitantes de Riga. Esta línea está totalmente electrificada hasta las dos estaciones de esa pequeña y turística localidad. Desde ella hasta Ventspils sólo circulan trenes mercantes.







Al dirigirnos en tren hacia el Oeste es preciso atravesar el río Daugava en Riga por el puente metálico, nada más salir de la estación.


El tren circula próximo a las playas, por el lado derecho, y al río Lielupe, por el izquierdo, que vemos en la foto.



En la estación de Sloka, dentro del municipio de Jūrmala, se apean mucho viajeros para pasar un día en esas playas del Báltico.



Como el tren se ha quedado ya casi vacío puede fotografiar el interior de mi coche, con asientos de banqueta mucho menos cómodos que los utilizados en los servicios regionales. De todas formas, como el trayecto no es largo, tampoco tiene mayor importancia.



Tukums tiene dos estaciones, a cada lado del pueblo. Me apeo en Tukums 1, que está más cerca del centro. La población de la localidad apenas llega a los 20.000 habitantes pero es muy visitada en Letonia por encontrarse en ella los estudios cinematográficos Cinevilla, lugar donde se rodó a partir de 2004 la película "Rigas sargi" en la que se relata la batalla del 11 de noviembre de 1919, crucial en la guerra por la independencia de Letonia, durante la Primera Guerra Mundial. Fueron tantos los exteriores que se construyeron allí que se convirtió en un parque temático, en el que posteriormente se han rodado más películas. Los visitantes participan en escenas cinematográficas e incluso pueden rodar su propia película.



En las propias calles de la localidad, algunos de sus habitantes parecen haberse contagiado de ese espíritu cinematográfico y construido curiosos edificios.



El espíritu artístico aparece por todos lados. Aquí vemos un hito de señales hacia algunos lugares próximos o remotos.







Decididamente estamos en una población convertida en galería de arte al aire libre. Además se habían celebrado unas fiestas florales en días pasados y por toda la ciudad había enormes coronas de flores en sus plazas.








En resumen, una localidad bellísima en la que además, en su Oficina de Turismo, una de las empleadas letonas atiende también en perfecto español.

Por la línea hacia Estonia

Mi prolongada estancia en Letonia tocaba a su fin y era preciso emprender una nueva etapa del viaje, hacia la República de Estonia. El viaje no iba a resultar sencillo sino más bien larguísimo pues no hay trenes directos entre ambos países y es preciso hacer transbordo en la ciudad de Valga.



Mi viaje comenzó al filo de las 6 de la mañana en esta unidad diésel de los Ferrocarriles de Letonia. Casi 4 horas y media por una zona muy poco poblada de Letonia en la que, además, están haciendo obras de remodelación de la vía.



La única estación importante es la de Zemitani, donde está la bifurcación hacia Skulte. A partir de ahí, campos agrestes y bosques con minúsculas estaciones en las que apenas había un refugio para los viajeros.



Al final, con gran puntualidad, llegó el tren a la moderna estación de Valga, recientemente restaurada. Tocaba sólo esperar algunas horas a que apareciera el tren de los Ferrocarriles de Estonia con destino a Tallinn.





Este capítulo concluye aquí. La próxima etapa del viaje será ya en Estonia.

Algunos datos sobre Letonia

Superficie: 64.589 km cuadrados
Habitantes: 1.997.500
Moneda: Euro (desde el 1 de enero de 2014)
Ciudades más importantes: Riga (701.185 hab.); Daugavpils: (98.089 hab.); Liepaja: (79.995 hab.)
Web oficial de turismo
Cuenta con aeropuertos internacionales en Riga, Daugavpils, Liepaja y Ventspils.
Red ferroviaria: 1.859 km totalmente en ancho ruso.

Continuará.

El capítulo anterior, sobre Lituania, puede leerse aquí. (MAM)