15 de noviembre de 2013

Dublín: la odisea ferroviaria de James Joyce


Memorial a James Joyce en el St Stephen's Green de Dublín -donde el escritor gustaba de pasear-, con el paisaje otoñal de este día de noviembre

Eran los años del Bachillerato y cayó en mis manos un ejemplar de la novela "Ulises" publicada en 1922 por James Joyce. Casualmente hacía poco que había leído la "Odisea" de Homero, cuyo personaje principal tiene el nombre de Ulises, en su traducción latina. Ambos libros me fascinaron. Entrelazados en sus personajes, relatan pequeñas (en el caso de "Ulises") y grandes odiseas, como en la obra atribuida a Homero. Con el paso de los años tuve ocasión de profundizar algo más en la obra literaria de James Joyce pero sólo recientemente conocí que Joyce vivió una permanente odisea viajera a través de gran parte de Europa, con el ferrocarril como medio de transporte. Fue en Ljubljana (Eslovenia) paseando por la estación, cuando vi en el suelo una placa de bronce, recuerdo de la estancia de Joyce la noche del 19 de octubre de 1914, en que durmió en el suelo del andén.

Y ya que he venido hasta Dublín, la patria de Joyce, era visita obligada la del Centro dedicado a su persona y su obra literaria, donde me han proporcionado mucha más documentación sobre esa enorme actividad viajera del escritor, tomando al ferrocarril como medio de transporte, aparte del necesario tránsito en los ferries para enlazar Irlanda con Gran Bretaña y este país con el Continente, a través del Canal de la Mancha.


Por gran parte de los lugares que visitó -como las estaciones eran la puerta de entrada a las ciudades- se han multiplicado las referencias, estatuas y lápidas en ellas que lo recuerdan. En esta fotografía podemos ver la inscripción que hay en la estación de la localidad austriaca de Feldkirch (Voralberg), en la zona del vestíbulo donde están situadas las taquillas.


Trieste, que fue el destino del escritor en varias ocasiones y a donde siempre llegaba en tren, le erigió esta estatua a cuyo pie se encuentra una frase epistolar de Joyce.


En su obra semiautobiográfica "A Portrait of the Artist as a Young Man" (Retrato del artista adolescente) cuya versión cinematográfica, de 1977, he tenido ocasión de ver esta mañana en el Centro James Joyce, hay escenas rodadas a bordo de trenes, trasladando al espectador sus viajes, aunque en el texto de la novela Joyce aparezca bajo el seudónimo de Stephen Dedalus, personaje de ficción que luego reaparece años más tarde en la novela "Ulises". No es casual que el parque dublinés donde el escritor acostumbraba a pasear, lleve también el nombre de San Esteban.

A muy poca distancia del hotel de estilo victoriano donde me encuentro estos días en Dublín, hay una estatua del escritor viajero que puedo ver casi cada vez que salgo a hacer visitas por la ciudad.


Le vemos con bastón en edad ya madura, con cierto aire chulesco, muy del estilo de la ironía con la que describe el ambiente de la sociedad en la ciudad que le vio nacer, en su obra "Dublineses". Muchos turistas se paran y se fotografían ante la estatua sin conocer muy a fondo la personalidad del escritor.

Para darse una idea del espíritu viajero de Joyce, en la que el ferrocarril fue su medio de transporte, en el Centro me han facilitado esta mañana la relación de todos los viajes que efectuó, así como las ciudades en las que estableció su domicilio (75 lugares distintos a lo largo de su vida). Inserto las reproducciones a mayor resolución (seleccionarlas para ampliarlas), con objeto que el lector erudito pueda tener una documentación precisa. Quizá falte un estudio detallado de los trenes que usó en esos viajes, algo que no seria difícil de obtener a través de las guías ferroviarias de Thomas Cook.






En una de las salas de exposición del Centro James Joyce está una copia de la máscara mortuoria que le hicieron tras su fallecimiento. En ella aparece el rostro de Joyce sereno pero con el pelo hacia atrás tal que si un vientecillo le empujara sus cabellos. Utilizando el tono burlón que a veces empleaba el escritor pensé que quizá se le quedaron así de tanto asomarse a la ventanilla del tren para ir viendo el paisaje.