19 de noviembre de 2013

Belfast: Great Victoria Station, centro de la movilidad en Irlanda del Norte


El larguísimo reinado de la reina Victoria I del Reino Unido (64 años) consolidó muchos cambios en la vida anglosajona y entre ellos en el estilo de las estaciones de la red ferroviaria, que alcanzó también a Irlanda. Cuando se inició el ferrocarril en esta isla, la pequeña red inicial se articuló en torno a dos ciudades: Dublín y Belfast. De la primera ya hemos hablado. Toca ahora hacerlo de la segunda, hoy capital de Irlanda del Norte. Y este grabado nos muestra el aspecto del estación terminal inicialmente edificada en 1839 para el ferrocarril del Ulster, aunque sólo se completó el edificio que vemos en 1848. La imagen forma parte de un libro editado por J.B. Doyle en 1854 ("The Antiquities and Scenery of the North of Ireland").

Desgraciadamente nada queda hoy día de ese edificio, edificado en el lugar que anteriormente había ocupado un molino de hilar lino. Pero con el paso de los años, este lugar se ha convertido en un centro de intermodalidad que concentra la mayor parte de los viajes entre Belfast y las ciudades de alrededor, además de su propia red de ferrocarril urbano.


La red ferroviaria de Irlanda del Norte tiene sólo 342 km y la base de su material ferroviario está compuesta por trenes fabricados por CAF, como hemos podido describir en entradas anteriores. No hay ningún tramo que esté electrificado y el ancho de vía es el mismo que el de la República de Irlanda: 1600 mm. Una única línea enlaza los dos países, uniendo Belfast y Dublín.

En 1976 ese edificio se cerró tras la construcción de la nueva estación pasante en Belfast Central y el edificio histórico fue demolido para dar paso a un intercambiador y nuevas edificaciones, vente años más tarde.

Donde antes estaba la estación se construyó este gran hotel, cuya fachada da precisamente a Great Victoria Street, que dio nombre a la estación. En la parte trasera se ha edificado el intercambiador, que consta de un pequeño vestíbulo para la parte ferroviaria y una gran instalación para los autobuses. Dado el pequeño despliegue de la red ferroviaria, muchos viajeros prefieren tomar un autobús a su destino en la seguridad de que llegarán antes. Además, de ese lugar salen muchos autobuses con destinos internacionales, que son embarcados en los ferries y siguen luego su camino. Quizá el nombre del hotel esté justificado por la densidad de la red de autobuses internacionales que tienen aquí su punto de partida.


Este es el vestíbulo de la estación de tren. Como el operador único de la red ferroviaria norirlandesa es Translink y opera también los autobuses urbanos de Belfast y la mayor parte de las conexiones en autobuses de toda esta zona, los portadores de un billete de tren tienen asegurada la conexión gratuita en los autobuses urbanos.

Sin embargo, a pesar de que el antiguo edificio de la estación fue derribado, en los alrededores quedan importantes vestigios arquitectónicos del pasado esplendor. Y el primero de esos edificios es la Ópera de Belfast, situada junto a la estación ferroviaria.



Según aparece en el frontal del edificio inicialmente éste fue un circo y en 1895 se inauguró el edificio actual, que incluso llegó a ser utilizado como salón de proyecciones cinematográficas. Durante el paso de los años sufrió muchas vicisitudes e incluso la violencia desatada en el Ulster en la década de los 90 lo destruyó en gran parte con dos coches bomba.

Y como no hay estación antigua que se precie que no haya promocionado locales de restauración en su entorno, frente al antiguo emplazamiento aparece este bistró, edificado en 1895 y que desde entonces sirve comidas en amplio horario.


Belfast se prepara estos días para la Navidad con iluminaciones extraordinarias y su mercadillo junto al espléndido edificio del Ayuntamiento.


Y para que no falte nada la nieve ha hecho acto de presencia en las montañas que rodean parte de la ciudad.