17 de septiembre de 2013

Estados Unidos en tren, de costa a costa (I): Consideraciones generales

En el mes de agosto de 2010, cuando regresaba de un viaje ferroviario por el norte de Noruega y Suecia, me tropecé casualmente en el mismo tren en el que viajaba, en la frontera entre ambos países, más arriba del Círculo Polar Ártico, con un joven estudiante español, apasionado por el ferrocarril. Al igual que yo, también volvía en el mismo tren desde Narvik (Noruega) hasta Estocolmo pero iba realizando el Interrail. Intercambiamos algunas palabras en esa conversación y me contó que el año anterior había realizado un viaje en ferrocarril de costa a costa por Estados Unidos. El mapa situado sobre estas líneas (seleccionar para verlo completo) recoge en síntesis el recorrido de ida (líneas negras) y el de vuelta (líneas verdes). El relato que sigue es el de su viaje, redactado por él mismo, así como las fotografías. Parte de los escenarios descritos no me eran desconocidos porque también había hecho ese trayecto de costa a costa aunque en avión. Un detalle preciso de las líneas ferroviarias norteamericanas, gestionadas por la operadora estatal Amtrak, se puede consultar en este enlace. Estados Unidos no es precisamente el país de los viajeros ferroviarios de Larga Distancia. Por eso tiene más interés el pormenorizado relato que insertamos a continuación.

A modo de preámbulo

Por invitación de mi gran amigo Miguel Ángel, hoy me encuentro con la posibilidad de narrar una gran aventura que viví en el verano del 2009 en los Estados Unidos de América. Antes de nada he de decir que todo el periplo gira en torno a la temática del blog, esto es, una aventura en ferrocarril. Fue un apasionante mes de junio en el que crucé de costa a costa, cual llanero solitario, tan vasto país visitando los grandes monumentos que encierra.

La idea surgió cuando estaba en mi segundo año de la Licenciatura de Historia, con anterioridad ya había cruzado medio continente europeo, en 2007, con el interrail a los 17 años, pero ahora necesitaba ampliar el horizonte que veía desde la ventana cotidiana. Europa se me hacía pequeña, y a base de rumiar la idea y de buscar ofertas de vuelos, encontré un vuelo de ida y vuelta a Nueva York por 260€.




Dicho y hecho, vuelo adquirido. Ahora bien, cómo visitar una federación con 50 estados, y sobre todo, qué ver. Pues de ello responderé a continuación.

Moverse por un país tan interconectado por carreteras y redes aéreas, resulta dificultoso para medios alternativos como el ferrocarril a la par que llamativo para los que allí residen. Los norteamericanos no son muy dados a tomar el tren para recorrer grandes distancias, ni tan siquiera para las medias distancias. Por tanto, un viaje como el que yo emprendí es para los verdaderos amantes del ferrocarril. Jóvenes y mayores dispuestos a pasarse horas montados en un tren, conversando con la gente,  perdiendo la vista en el inmenso horizonte de la ventana o leyendo mientras el traqueteo le insufla a uno sensación de bienestar. Fueron momentos especiales, he de reconocerlo. Pero ahora he de explicar al sediento lector cómo realice este viaje.


Antigua locomotora de vapor del Oeste americano (Smithsonian Institution, Washington DC)

Fue sencillo a la par que instintivo. Primeramente focalicé mi búsqueda en la que es la mayor compañía ferroviaria de Estados Unidos, es decir, Amtrak. Hoy en día, Amtrak opera a lo largo y ancho del país con una red de trenes y autobuses que consiguen enlazar los núcleos más densamente poblados y más dispersos con una alta rentabilidad. Para comprar los billetes que uno necesite, puede acceder a esta página web.

Ahora bien, si nuestra visita contempla cruzar todo el país o realizar cortas estancias en ciudades capitales como Chicago, Washington, Seattle… sería recomendable adquirir el llamado USA Rail Pass.

En él podemos ver hasta tres diferentes modalidades. En función de la duración de nuestro viaje hay billetes para 15, 30 o 45 días, con diferente número de segmentos, donde los segmentos son los viajes en tren, independientemente de la distancia entre dos puntos. Cada vez que montamos y bajamos de un tren se consume un segmento. Por tanto no interfiere el destino. Lo que cuenta para saber los segmentos son los viajes que uno realiza dentro de los trenes. Tomemos un ejemplo: si quiero ir desde Washington a Los Ángeles, es condición “sine qua non” pasar por Chicago, apearse y tomar otro tren. En este trayecto habremos consumido dos segmentos. Y tenemos un número limitado de días para consumir dichos segmentos, pues nos viene acotado en nuestro billete con una franja temporal de 15, 30 o 45 días.





Cuadro denominado "Vagón de tercera clase" del pintor francés Honoré Daumier, expuesto temporalmente en el Metropolitan de Nueva York

Dicho esto, planeé con minuciosidad mi ruta. Tienes 30 días, cuentas con 12 segmentos (que no son muchos) y hay que aprovecharlos al máximo. Antes de proseguir es necesario advertir una diferencia sustancial del sistema ferroviario americano respecto al europeo. Con el Interrail o Eurorrail, se puede viajar por Europa en tantos trenes como se desee pero en función de las compañías ferroviarias y países en los que nos movamos, tendremos que pagar reserva de tren obligatoria. En el caso americano, no es necesario pagar un sobrecoste puesto que los segmentos incluyen el billete y la reserva de los trenes a tomar. Sólo resaltar la necesidad de efectuar siempre la reserva, que puede efectuarse desde los teléfono puestos a disposición de los clientes frente a las taquillas de Amtrak en todas las estaciones. Con el código proporcionado por el operador que nos atienda, el empleado nos emitirá el billete para el recorrido que buscábamos. Como he relatado, es una condición necesaria, sin la cual no podremos acceder a los trenes, puesto que el USA Rail Pass es un billete con posibilidad de realizar un número de trayectos (segmentos), dentro de las rutas que opera la compañía en todo el país.




Antigua locomotora de vapor expuesta en la Smithsonian Institution

En segundo lugar, una vez que escogemos los lugares a visitar, podría haber numerosos criterios. Pero yo opté por echar mano de la historia, de los lugares más famosos o con motivos más excepcionales y accesibles. Para que así en una mera escala de 30 días pudiera vislumbrar aquellos espacios importantes en el pasado reciente de la joven nación americana.

(Continúa aquí)