6 de julio de 2013

Viajeros ferroviarios exquisitos


Uno de los alicientes que tienen los viajes ferroviarios de hoy día es observar qué hacen los viajeros a la hora de la comida. La idea de escribir sobre ello me vino de dos observaciones: la primera es la foto que encabeza esta entrada tomada hace pocos días en un TGV Montpellier-Lille-Europe a la hora de la comida. La soledad más absoluta contrasta con las colas que hace pocos años se formaban para solicitar la comanda. La segunda la contaré más adelante por su singularidad. Comer en el tren ha sido siempre un rito hasta que llegó el catering en los modernos trenes, al estilo de los aviones. En los viajeros hispánicos de antaño, todo el departamento acababa probando las viandas que los más afortunados llevaban en la cesta. Ahora puedes ver cómo se despacha el vecino de asiento sin que siquiera te mire.

Y lo que quería contar con detalle es lo que observé en un TGV Niza-Ginebra. Un viajero de edad relativamente avanzada abrió su bolsa de viaje, extrajo una botella de un buen Cabernet Sauvignon francés y la descorchó con mimo para que se oxigenase. Al poco sacó también una copa de cristal que llevaba también consigo y se sirvió generosamente. Y es que el buen vino no se puede tomar de cualquier manera. Y ese viajero era consciente de que tan buen caldo exigía una copa adecuada con pie y fuste. Nada de cogerla por la parte superior que podría alterar la adecuada temperatura de tan preciado líquido. Lo que resultaba más raro era el entorno: una humilde segunda clase de un tren transversal francés donde a lo más que aspiran los viajeros es al bocadillo, la bebida tomada casi siempre en la propia botella o el tupper traído desde casa que la crisis no da ni para consumir en la cafetería del tren.

El viajero siguió libando con calma hasta que le llegó su estación de destino, muy cerca de la frontera suiza. Volvió a encorchar la botella, guardó su copa, no apurada en los posos, y se marchó con orgullo de haber degustado el mejor producto de la tierra.


Si alguno de los que lee estas líneas ha ido en tren a Zürich y deambulado por la estación, se habrá encontrado en el vestíbulo esta exquisita confitería. Vemos el escaparate de Sprüngli, algo así como los diamantes de la chocolatería suiza. "Casualmente" el citado establecimiento se encuentra en la entrada de la estación que da a la Bahnhofstrasse, la calle en la que, según la leyenda, los bancos tienen bajo ella los secretos de la riqueza mundial. Se supone que tan exquisitos y ricos viajeros no pueden volver a su casa sin llevar algún producto de ese establecimiento que para eso está del lado de la entrada a la estación.

Antiguamente, las estaciones tenían cantina donde no pocas veces los viajeros se abalanzaban sobre el mostrador en las largas paradas para degustar lo que en ellas se ofrecía. Muy famosas fueron las de Alcázar de San Juan o Medina del Campo, donde los trenes debían realizar complicadas maniobras. Ya habrá tiempo de escribir sobre ello. Hoy en la mayor parte de las estaciones, sólo restaurantes de comida rápida, aunque a veces surgen sorpresas interesantes como en este restaurante instalado en la antigua cantina de la estación de Oslo donde encontré las curiosidades españolas que aparecen en su carta.





Pero para exquisiteces la que también vi en Francia hace un par de años en un largo viaje en TGV de dos pisos. Viajaba en la planta baja, cuyo techo está muy poco por encima de las cabezas y una familia china ocupaba los ocho asientos de los dos lados en las filas que llevan mesa. Todo fue normal hasta la hora de la comida. Sacaron diversos cacharros que fueron enchufando a las tomas de corriente para cocinar como si en su casa estuviesen. Primero fue una sopa de diversos olores que ocupaban todo el espacio disponible sobre nuestras cabezas y luego una suerte de fideos con todo tipo de tropezones. No sé si aquello era el famoso plato de "la familia feliz" pero aquella familia sí lo estaba. En cambio los viajeros, empapados ya de olores chinos, echaban miradas furtivas a la puerta del coche por si aparecía un interventor. Pero ni por esas. La comida duró gran parte del viaje. Cuando se bajaron, la ropa y todo el coche siguió oliendo a restaurante chino hasta que cada cual se apeó en su estación de llegada.

No sé dónde estará el futuro de la comida a bordo de los trenes. En España se sirve en el asiento de primera para muchos trenes. Los restaurantes de los trenes hotel van desapareciendo junto con esos trenes. En otros países europeos, han sido las operadoras alternativas (Thalys, Italotreno, etc.) las que han mantenido esa costumbre de servir comidas de catering en primera clase. En cambio, en algunos trenes turísticos el lujo en el coche restaurante es espectacular. En este foto, el del tren turístico español "Al-Andalus".




Viajando estos días atrás en Regiojet, la operadora privada checa, me llamó la atención que obsequiasen en todo el tren con un botellín de agua y café o té a discreción y que sirviesen en el asiento productos sólidos solicitados por los viajeros. En muchos países europeos sigue existiendo el coche restaurante donde se puede incluso comer a la carta. He probado esos menús en diversos países y, especialmente en el Este europeo, el precio es muy popular y la comida muy buena. Mañana tendremos ocasión de comprobarlo en un trayecto parcial del intercity Viena-Varsovia, desde Ostrava hasta Katowice.

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Sigo este texto ya desde Cracovia a donde he llegado en tren desde Katowice. Me fui al coche restaurante del intercity polaco en el que vine desde Ostrava y esto es lo que encontré a la hora de la comida.


Esto era: un restaurante vacío a la hora de la comida. Algo que no sucedía antes. Me paseé un poco por el tren y cada quien andaba con su bocadillo o similar. El carrito del catering que se mueve por todo el tren llevaba un único sandwich al comienzo de su recorrido. El menú del restaurante tampoco estaba muy surtido. Lo que la crisis ha hecho en tan poco tiempo. Por eso no me extraña que los viajeros se lleven desde casa hasta una botella de Cabernet Sauvignon y su copa de cristal para tomarlo en ruta.