8 de enero de 2013

Copenhague: donde el transporte público se alía con la bicicleta

Estimado lector: Permítame que comience esta entrada de manera visualmente tan poco ortodoxa, pero creo que así se reflejará mejor lo que quiero contar de Copenhague. He estado bastantes veces en la capital danesa y en todas ellas he reparado en la amigable convivencia del transporte público, en especial del ferrocarril, con las bicicletas. En nuestro país estamos acostumbrados a que Metro, trenes de Cercanías, etc., pongan limitaciones para acceder a ellos con bicicletas: en número, en horario, en días de la semana. Copenhague no es así. Y como muestra de ello vemos reflejado en este panel de horarios de la estación central de la ciudad el lateral de un tren del servicio S-Tog (Cercanías) con su inconfundible color rojo. En él está estampado un enorme logotipo blanco con el perfil de una bici, que se refleja así en el cristal.

Son bastantes las grandes ciudades europeas que han impulsado de manera decisiva el uso de tan austero elemento para desplazarse. Las bicicletas funcionan muy bien cuando la ciudad es llana, cuando hay una red de carriles-bici adecuada y, sobre todo, cuando no se las ve como un artilugio molesto para el tráfico rodado sino como un medio amigable de desplazarse, de nula contaminación ambiental y acústica. Entre esas grandes ciudades europeas destacan sin lugar a dudas Amsterdam y Copenhague. La diferencia estriba en que el tráfico de bicicletas en Amsterdam es algo caótico y en Copenhague la organización es perfecta. Además, en beneficio de los ciclistas, Copenhague es mucho menos lluviosa que Amsterdam.

La perfección danesa respecto al uso de la bicicleta tiene un borrón: lo mismo que en Amsterdam, la gente se gasta a veces más dinero en el candado para protegerla que en el propio vehículo. Y es que al menor descuido la bicicleta vuela y pasa de mano en mano.


Deambulando por Copenhague, a poco de haber llegado a la ciudad en tren desde Alemania a través del ferry que permite al tren pasar de uno a otro país, me topé en una avenida cercana al edificio del Ayuntamiento con este contador automático de bicicletas en circulación por el carril lateral. En ese día y a la hora que marca el reloj ya habían pasado por allí 4.483 y en lo que iba de año 1.530.916 bicicletas. Como la foto está tomada un 10 de agosto puede deducirse que aún quedarían varios cientos de miles de ciclistas por pasar antes de terminarlo.

Al lado derecho del contador, un artilugio para inflar las ruedas de las bicicletas y ambos con el logotipo extendido en la ciudad "Yo amo Copenhague" pero el corazón ha sido sustituido por una bici.

El pasado mes de abril, con el impulso municipal, se puso en marcha una web específica dedicada a los ciclistas y al intercambio con otros medios de transporte: Cykelsuperstier (Carriles Super Bici).



En la portada de esa web aparece este mapa con la red de carriles en el entorno de la ciudad, los estacionamientos específicos junto a la estaciones del S-Tog (Cercanías) y del Metro de Copenhague cuya red no es muy extensa (21 km) para una ciudad de algo más de 500.000 habitantes y bastantes más en su área metropolitana.

Por eso invito a los viajeros lectores que cuando vayan a Copenhague, tanto si llegan en avión como en tren, a que se hagan con una bicicleta para recorrer las muchas cosas interesantes que muestra la ciudad, salvo que prefieran ir andando por las numerosas calles reservadas a los peatones.

Y como muestra de que las bicicletas no son sólo para el verano aquí está un estacionamiento de ellas junto a la estación central de la ciudad el pasado mes de febrero.




Y ¿qué cosas curiosas se pueden ver en Copenhague aparte de las ya mundialmente conocidas, como la "Sirenita"?


Esta es una de ellas: El Museo Guinness de los Récords con su inconfundible gigante de cartón en la puerta de la calle donde está situado. Una de las atracciones de la ciudad es hacerse una foto al lado: seguro que éste siempre le superará en altura.


Otro de los lugares que tampoco debe perderse es el Parque de atracciones "Tivoli" construido a mediados del siglo XIX y que anualmente recibe a unos 4 millones de visitantes. Algunas de sus atracciones giran en torno a Christian Andersen, escritor y poeta danés, autor de muchos cuentos infantiles, cuya estatua es muy conocida en la ciudad, así como su castillo integrado en el Parque.



Muy cerca del Parque se encuentra la estación central de Copenhague, cuya visita resulta imprescindible para conocer el pasado de la ciudad. Como probablemente ninguna guía turística hace referencia a ello, en esta entrada del Blog le cuento por qué ese edificio se construyó en madera y de ese material es toda su marquesina y la cubierta del vestíbulo.


No se sorprenda, si va a tomar el Metro o el S-Tog y piensa que está entrando en una floristería o frutería, como la entrada de la estación que se ve en la foto. En muchos países centroeuropeos o del norte de Europa la fruta se vende en puestos callejeros de mayor o menor tamaño, pero siempre de muy buena calidad.




Ese tipo de venta ambulante, junto con los numerosos puestos de venta de salchichas con salsas variadas, conforman el panorama culinario popular de la ciudad, cuyos restaurantes tienen precios elevados.


A la hora de comer se forman largas colas ante esos puestos y con eso se calma el hambre del mediodía.


Copenhague es también una ciudad con numerosos y amplios canales que son surcados por barcos turísticos de todo tipo, algunos de ellos tan animados como el que se ve en esta otra fotografía.


La acera de la izquierda de ese canal es un hervidero de pequeños restaurantes con comidas internacionales pero también danesas, en especial los suculentos postres que se sirven en esa tierra, en este caso Jordbær med fløde.



Pero Copenhague encierra un secreto, muy apto para las bicicletas y las emociones fuertes. Me refiero a la "Ciudad (barrio diría yo) libre de Cristianía". Y es que a ella sólo se puede acudir andando o en bicicleta y, mejor, escondiendo la cámara fotográfica pues sus habitantes no son muy amigos de salir retratados.


Como está próxima a la zona portuaria, al otro lado del Sydhavnen, podemos de paso contemplar este gran canal, al norte del cual queda la zona portuaria.


En una de las calles de acceso han formado esta barricada de bicicletas para impedir el paso de otros vehículos.



El singular código de conducta por el que se rige la comunidad hippie que la habita está expresado en este cartelón en uno de los locales en los que se pueden tomar brebajes extraños, a veces, con "algo más". En cualquier caso no hace falta entrar en ellos porque en plena calle y en puestos diversos hay todo tipo de sustancias que sacadas fuera de allí, le conducirían directamente a la cárcel.

El consejo, más bien la prohibición de tomar fotografías se exhibe por doquier, incluso con carteles que no dejan lugar a dudas. No creo que vayan a pedirme derechos de autor.


En cuanto pude escapé de la comuna por este portillo, que recuerda el antiguo cometido militar de las edificaciones del barrio.



Vuelto a la ciudad merece la pena aparcar la bicicleta y perderse por las numerosas calles peatonales llenas de comercios y de personajes extraños como éste émulo de Darth Vader.




O este otro, peatón completamente inmóvil que parece resistir a una imaginaria ventolera de esas que se producen en Copenhague de vez en cuando.

Los edificios representativos de la ciudad son numerosos, como el del Ayuntamiento, que encierra en su interior el reloj astronómico de Jens Olsen.




O el Palacio Real, de líneas muy distintas a los grandes palacios reales franceses o españoles o incluso del de Estocolmo, cuyas líneas de corte francés son muy acentuadas.



Pero la magia de Copenhague está en sus calles y en sus gentes alegres, que en la dureza del invierno nórdico deberán resguardarse en sus casas, muchas de las cuales parecen salidas de los cuentos de Andersen.

Más información

Web de Turismo de Copenhague

Consejos útiles para visitar la ciudad