22 de abril de 2012

Lisboa a todo tren (V): de Cais do Sodré a Cascais

En el año 2009, cuando estuve la vez anterior en Lisboa, había una exposición retrospectiva de la línea de Cascais, de la que reproduzco la foto de la estación que aparecía en uno de los paneles. Esa edificación es de 1926, una fecha muy posterior a la de la inauguración de la línea, terminada en su totalidad en 1895. Esa línea, de 25 km y sin conexión con el resto de las que parten de la capital lisboeta, tiene la particularidad de estar electrificada a 1500 v, mientras que el resto lo son a 25000 v. Por este motivo los trenes que realizan los servicios -de más de 50 años de antigüedad aunque modernizados- no pueden compartirlos con otras líneas.



Aunque entonces no tuve tiempo de utilizarlos, esta vez decidí ir hasta Cascais, el final de la línea, para ver el bello paisaje que se recorre íntegramente por la costa hasta bastante más allá de la desembocadura del Tajo.

La estación actual en Cais do Sodré sólo conserva de la primitiva la fachada y la cara interior de ella, porque un desgraciado accidente ocurrido en 1963 y que ocasionó medio centenar de muertos, provocó el hundimiento de la techumbre, construida en 1950, sobre los viajeros.

Fachada de la estación de Cais do Sodré en la actualidad.


Sin embargo, los trenes mantienen su incombustible aspecto aunque los vándalos que no valoran el patrimonio ferroviario han hecho de las suyas en los exteriores de las unidades ya que el interior está severamente vigilado.

El viaje no lleva más de media hora porque muchos trenes son semidirectos y hasta Oeiras sólo tienen un par de paradas.

Durante el viaje se pasa por las inmediaciones de la Torre de Belém, uno de las muestras más valiosas del arte manuelino, construida a comienzos del siglo XVI. Su posición, en las puertas marítimas de Lisboa, se justificaba por su papel importante en la recaudación de los impuestos para entrar en la ciudad.

La constante visita de los turistas a ese emblemático lugar lo facilita el contar con una estación de la línea, en la que no tienen parada los semidirectos de Cascais.

También se accede desde la estación de Belém al Monasterio de los Jerónimos, de igual estilo y época y al monumento a los Descubrimientos, obra del pasado siglo. La vista de todos ellos puede disfrutarse desde el asiento, lo que invita a hacer luego una visita pormenorizada.

Repleto iba el tren que tomé hacia Cascais, especialmente lleno de turistas con destino a Estoril, una de las últimas paradas de la línea.

Asistí divertido al esfuerzo de un portugués que trataba de explicar  a unos ingleses en su idioma el punto en el cual se producía la divisoria de las aguas entre el Tajo y el Océano Atlántico, lugar que viene establecido por un faro en medio del mar.

Ciertamente el aspecto y el color del agua variaban ligeramente pero lo que resultaba más evidente era el oleaje al otro lado del promontorio.

La línea pasa debajo del puente "25 de abril" en la zona en que entronca con el viaducto de hormigón que se adentra en la capital lisboeta.

La estación de Cascais carece del valor arquitectónico de muchas estaciones portuguesas pero por la vista que puede contemplarse desde un edificio comercial de las inmediaciones merece la pena el viaje.





Junto a los andenes hay 3 antiguos coches convertidos en cafetería que parecen proceder de los primitivos en servicio en esa línea.

A falta de azulejos en la estación, las toperas están decoradas con macizos de plantas.

Pasear luego por Cascais es admirar sus extensas playas, el puerto deportivo plagado de embarcaciones, la multitud de alojamientos turísticos y hoteles, sus calles peatonales con terrazas de los restaurantes. Todo ello ha convertido lo que era un pueblo pesquero en una meca del turismo como varias de las localidades por las que transita esta línea ferroviaria.

El edificio de la Câmara Municipal, en el centro de la localidad, tiene en el piso superior de su fachada una curiosa colección de retratos en cerámica de santos, prelados y otros personajes cuya vinculación con Cascais me resultaba difícil de establecer.

Nadie que vaya a Cascais quedará decepcionado por las abundantes raciones de los restaurantes. Es una costumbre muy portuguesa, como lo es el plato de aperitivos variados entre los que no falta un pequeño queso, que te ofrecen nada más te sientas. No son una gentileza de la casa sino que luego te lo incluyen en la cuenta.

La vuelta en tren puede tener un aliciente añadido si se hace a última hora de la tarde y es la vista de la puesta de sol que se hunde en las aguas del Océano.


Esquema de la red de Cercanías y de Metro de Lisboa. Un plano a mayor tamaño puede descargarse desde este enlace de la web de CP. A través de este esquema pueden localizarse fácilmente las estaciones y lugares descritos en estas entradas sobre Lisboa.