3 de septiembre de 2016

Un agitado viaje en el último tren Belgrado-Tesalónica


Esta noche he asistido a un entierro ferroviario, pero no de acompañante sino en el féretro del difunto. Y el difunto no era otro que el mugriento tren 335 "Hellas" Belgrado-Tesalónica, cuyo coche de literas de los Ferrocarriles de Macedonia, que se ve en la foto, ha sido mi albergue durante unas 10 horas. Ojalá renazca dentro de un año con la vía ya abierta. Veníamos de Zúrich en un tren bastante bueno con destino Belgrado, viaje que les hemos contado en esta anterior entrada del Blog. En Belgrado había que subir a un nuevo tren nocturno que sólo verlo en la estación daban ganas de salir corriendo. Los otros coches que siguen a ese estaban tan grafiteados y sucios por fuera que no reproducimos por pudor. Hasta Tesalónica, ya en Grecia, hemos recorrido de Norte a Sur Serbia y Macedonia para entrar luego en Grecia, Durante el viaje, de más de 14 horas, además de recorrer esos países, hemos sufrido 4 controles de policía y un transbordo en autobús porque el tren se queda en la frontera sur de Macedonia. Hemos tenido también que soportar a una maleducada tripulación macedonia en el coche de literas. Todo ello con más detalles y fotos en las líneas que siguen.

Los inmigrantes siguen aquí, los periodistas se fueron

Si alguien piensa que ya se ha acabado la crisis de los inmigrantes en estas tierras balcánicas, porque apenas hablan de ello los periódicos, se equivoca. Los inmigrantes siguen llegando a millares pero los que se fueron son los periodistas.


Esta foto he podido hacerla en un lugar de Serbia próximo a la frontera con Croacia que no voy a revelar. Un grupo de inmigrantes de origen sirio trata de buscar la mejor forma de sortear los controles fronterizos. Tal vez pasen escondidos en un tren de contenedores o cruzando los campos de maíz cuya altura les cubre suficientemente. Se trata de gente joven capaz de arriesgar incluso la vida para buscar mejor acomodo. La vida es sólo lo que les queda.


Esta otra foto está hecha ayer tarde en el campamento de acogida de inmigrantes situado en Belgrado junto a las estaciones de ferrocarril y autobuses. Es el mismo sitio donde el pasado año estuvimos colaborando con la ONG que lo regenta en el servicio de cocina. Una larga fila de refugiados se forma para recoger la ración de comida que se les sirve a la hora de la cena.

Conscientes de que el problema sigue pero ha pasado a muy segundo plano en las páginas de la prensa, nos encaminamos a la estación para tomar nuestro tren rumbo a Tesalónica.

Y llegados a ella nos dan la noticia de que el que íbamos a tomar era el último tren ya que se suspendía el tráfico de viajeros entre Serbia y Macedonia por obras en la vía hasta el próximo verano. Rusia ha regado con cientos de millones de euros a Serbia para obras ferroviarias y adquisición de 39 trenes autopropulsados diésel de fabricación rusa. Ya se ha iniciado la renovación de algunos de los tramos en los que figura en carteles el nombre de la operadora rusa RZD. Esos trabajos van a continuar más al sur lo que exige eliminar los trenes de viajeros nocturnos y diurnos y éste tren era el único candidato.



Ya estaba formado en la vía de andén principal de la estación nuestro tren pero no es el rojo que aquí vemos, fabricado en Suiza por Stadler (21 trenes la serie adquirida) sino el que púdicamente casi escondemos detrás. Lo que asoma es parte del coche de asientos de segunda clase del tren que nos llevaría a Grecia.

Antes de tomar el tren, un breve saludo a un estudiante de ingeniería serbio, amante del ferrocarril, que recientemente ha efectuado un amplio reportaje sobre el curioso tren Optima Express que va de Villach a Edirne (Turquía) y sólo admite viajeros entre esos dos puntos. Su nombre es Mladen Zarkovic y el largo reportaje lo enlazamos por su interés.

Pero antes de subir al tren, un empleado de los Ferrocarriles serbios bramaba irritado en el andén porque acababa de perder su trabajo. "Esto es culpa de Occidente" decía.


Tomamos posesión del departamento de literas asignado y enseguida nos percatamos de la mugre que tenía el tren excepto en el habitáculo del departamento. Los cristales de las ventanillas no habían recibido en años más agua que la de la lluvia, las partes metálicas tenían una capa de suciedad indescriptible y los aseos despedían un hedor tan grande que resultaba hasta difícil entrar en ellos.

Curiosamente llevaban cortinillas del Optima Express, pero desde que las colocaron nadie se había preocupado de lavarlas. Por supuesto que el único aire acondicionado era el de la naturaleza exterior.

Afortunadamente la tapicería de los asientos estaba en buen estado y éstos eran mullidos. No servirían para descansar demasiado porque a las tres de la madrugada comenzaría el baile de acontecimientos que no pararon hasta casi las 11 de la mañana.

A las 18:50 partía el tren puntualmente de la estación con una locomotora eléctrica fabricada por Konçar (Zagreb) en 1981, al frente. 




Nuestro tren en orden de marcha

La salida de la estación central de Belgrado no puede ser más deprimente. Numerosos coches yacen medio destrozados en varios cientos de metros. La vía se encuentra en mal estado, la señalización no funcionaba dando rojo continuo y muchos pasos a nivel tienen el sistema de barreras estropeado lo que obliga a los trenes a detenerse ante él y reemprender la marcha con precaución. Así varios kilómetros hasta que llegamos al primero de los tramos rehabilitados con dinero ruso.






Material abandonado de los Ferrocarriles serbios que yace junto a la vías de salida de la estación y varios kilómetros después

No habíamos recorrido mucho trecho cuando se cruzó con nosotros el tren ruso veraniego que une las localidad búlgaras de Burgas y Varna con Moscú. Lleva coches nuevos de RZD que causaron nuestra envidia desde el mugriento tren que nos transportaba.

Siendo ya noche cerrada no había forma de hacer fotografías salvo alguna parada excepcional.




Parada momentánea en la estación de Lapobo, unas dos horas después de partir de Belgrado

A todo esto nuestro coche de literas llevaba buena ocupación: unas chicas belgas haciendo Interrail, una simpática pareja de españoles, él mallorquín y ella madrileña en viaje de placer, algunos serbios, macedonios, etc. Pero en especial destacaba un trío de empleados de los Ferrocarriles de Macedonia, uno de ellos el literista, que en contra de todo norma se pusieron a fumar en el tren, a beber y a armar alboroto hasta altas horas de la madrugada. De nada sirvió advertirles que no se podía fumar. Además, si a los Ferrocarriles de ese país no le da para lavar los trenes, menos aún para comprar uniformes a los empleados por lo que el literista vestía de lo que encontró en el armario.



Lo de fumar en el tren resultaba tanto más peligroso porque el armario del extintor del coche estaba así de vacío. La puerta de comunicación con el siguiente coche estaba condenada con candado y las puertas exteriores trabadas de la extraña forma que se ve en la imagen siguiente.



Además de la manera de condenar las puertas del coche obsérvese la mugre del suelo

No obstante había que hacer lo posible por dormir en esta primera parte del trayecto ya que a partir de las 3 de la madrugada sería imposible.

El tren había ya entrado en tramos renovados por los rusos y eso y unos buenos tapones en los oídos facilitaba algo el descanso.



Estación de Presevo a donde llegamos con retraso pasadas las 3 de la madrugada. Control de la policía de Serbia. Todo el mundo de pie, luces encendidas y que nadie salga del departamento. Entraron policías de ese país, con caras serias recogiendo la documentación mientras otro en el andén vigilaba que nadie bajara o subiera al tren. Unos 40 minutos después volvieron con los pasaportes para devolverlos.

Nada más arrancar el tren y en la oscuridad de la noche comencé a divisar cientos de tiendas de campaña de ACNUR donde miles de refugiados son atendidos.



Apenas podía fotografiar con el tren en marcha y en la oscuridad de la noche el enorme campamento pero se encuentra detrás de las vallas que ahí vemos.

Tardó tanto la policía serbia en mirar toda la documentación que la siguiente parada en la estación de Tabanovci se produjo ya con un retraso de casi una hora sobre el horario marcado para el tren.



Aquí vemos la estación de Tabanovci donde se efectuó un nuevo control por parte de la policía macedonia. Resultó todo algo surrealista. Se llevaron los pasaportes de forma amigable y subió al tren uno que parecía policía pero en traje civil y con las manos llenas de algo preguntando a los pasajeros su procedencia y su destino. Al verme al final casi del pasillo y decirle que era de España y que iba a Grecia supuso que llevaba billetes de euros. Abrió las manos y me mostró un buen montón de monedas de todas las denominaciones, para decirme que tenía 10 euros en monedas y me las cambiaba por un billete de 10 €. Nunca viene mal tener dinero suelto aunque tampoco tanto. Accedí y se efectuó el intercambio. Un rato después y ya vestido de policía volvía devolviendo los pasaportes.

¿Quién podía dormir después tras todas estas paradas y controles si ya estaba próxima la estación de Skopje, comenzaba a clarear y allí se bajaban casi todos los viajeros?






Andenes de la estación de Skopje, capital de Macedonia, y nuestro mugriento tren estacionado en ella

El regreso de la luz del día permitía ya ver los paisajes de Macedonia, con las superficie cultivadas con vides y las estaciones, todas ellas muy bien rehabilitadas.






Estaciones de Negotino y Demir Kapija, en territorio de Macedonia


Cientos de pequeñas plantaciones de vides desfilaban ante nuestros ojos en el paisaje de Macedonia


Los campos de vides se alternaban con formaciones montañosas


Por en medio de esas montañas se está construyendo una autopista para unir Grecia y Serbia a través de Macedonia, con túneles y viaductos, como el que aquí vemos

El viaje en el coche de literas estaba a punto de finalizar a las 9 de la mañana con casi hora y media de retraso, pero no así el viaje hasta Tesalónica.



Poco antes de llegar a la estación de Gevgelija -que vemos en la foto- pasó el literista para anunciar que en ella debíamos abandonar el tren y que el resto de viaje lo haríamos en autobús.

Dicho y hecho, llegamos a la estación y a todo correr hacia el autobús que llevaba tiempo esperando por el retraso del tren. Sólo 10 personas quedábamos camino de Grecia.

Previamente y aprovechando que el tren estaba semivacío, me paseé por los otros dos coches de asientos.



Este es el de Primera clase. El de Segunda, con departamentos, estaba en penoso estado. En el de Primera viajaban dos mochileros y el interventor del tren.



Nada más arrancar el bus pude ver esta locomotora en penoso estado en medio de un jardín cerca de la estación.

Emprendimos la marcha pero a los pocos kilómetros topamos con el control de salida de la policía de Macedonia. Nueva entrega de pasaportes y espera de bastantes minutos en medio de un atasco notable de coches particulares en busca de las playas griegas durante fin de semana.



Arrancada y nueva parada pocos metros después para hacer idéntica operación en el control de entrada a Grecia. Este último corresponde a la localidad de Idomene que se hizo famosa hace pocos meses porque los refugiados cortaron las vías del tren durante meses para forzar su traslado a Centroeuropa. Como la autopista está lejos de las vías no era posible divisar los campamentos instalados allí aunque ya fuera de las vías del tren.



Al filo de las once de la mañana y con una hora de retraso sobre el horario previsto, el autobús nos dejó en la puerta de la estación de ferrocarril de Tesalonica. Caía un sol de justicia. El sueño y el cansancio había hecho mella y tocaba descansar un poco en el hotel antes de pasear por la ciudad. (MAM)