13 de septiembre de 2016

Grecia: En un tren suizo a la cuna del olimpismo


Olímpicos, Ístmicos, Píticos y Nemeos, recitábamos casi cantando en la clase de griego del Bachillerato (de aquel Bachillerato de los de antes) cuando el profesor nos preguntaba por los nombres de los Juegos Panhelénicos. Y como en estos días estamos en Grecia, viajando en tren en la medida de lo posible, tocaba hoy ir a Olympia, en uno de esos pocos trenes que han quedado de los Ferrocarriles de vía estrecha del Peloponeso. Días antes viajamos en el tren de cremallera Diakopto-Kalavrita. Estábamos en Patras y desde allá nos hemos venido hasta Pyrgos en autobús (93 km), porque el ferrocarril dejó de funcionar hace algunos años. La vía nos acompañó durante todo el viaje al lado de la carretera. Esta mañana, a la 9 y pocos minutos llegaba el magnífico GTW de Stadler procedente de Katakolo, con destino Olympia, cuya estación vemos en la foto de arriba.




Estado de la vía cerrada al tráfico entre Patras y Pyrgos. El Gobierno griego proyecta a largo plazo pasarla a ancho estándar y reabrirla, electrificada, hasta Kalamata, pero de eso hablaremos en otro momento


La estación de Pyrgos, cuya fachada exterior vemos en esta foto, dejó de prestar servicio con Patras y Kalamata en 2011, pero sigue abierta al tráfico para los trenes con Olympia.


La playa de vías esta así de solitaria, aunque llena de coches y vagones sin uso desde que se cerraron los ferrocarriles del Peloponeso.



Con gran puntualidad y a la hora prevista entraba en la estación, procedente del puerto de Katakolo, nuestra unidad suiza que nos llevaría a Olympia, tras recorrer en ese tren 20,84 km de vía métrica.


El interior de nuestro tren nos transportaba visualmente a Suiza, tanto por el origen del material como por el pulcro interior. No podemos decir lo mismo del número de viajeros. Los numerosos cruceros que llegan al puerto de Katakolo mandan a los turistas a Olympia en decenas de autocares, a pesar de los esfuerzos de Trainose por hacerles más amable el tren.



La vía parecía bastante cuidada y, de hecho, el tren circuló a buena velocidad durante casi todo el trayecto, salvo en algunos pasos a nivel sin protección.


Diseminados por la línea hay pequeños apeaderos que dan servicio a algunos grupos de viviendas aisladas en los campos de naranjos y de olivos.

En un punto del recorrido el tren discurre sobre un puente metálico que pasa sobre un riachuelo, afluente del Alfios. El tren aminoró su marcha por el estado de la infraestructura.



Puente en la línea Pyrgos-Olympia

Finalmente, nuestro tren llegó a Olympia tras recorrer cuesta arriba los últimos kilómetros. Como ya hemos puesto la foto de la estación del lado de las vías, vamos a ver ahora su fachada que nos recuerda el carácter monumental del lugar.




Fachada exterior de la estación de ferrocarril de Olympia

La zona de vías de esta estación presenta particularidades dignas de mencionar.



Al final de las vías, que en número de 4 permitían el estacionamiento de los trenes que circularon por aquí en los tráficos históricos, está la rotonda para invertir las locomotoras de vapor y el depósito para suministrarles agua.




Otra vista de la estación de Olympia con el tren de Stadler recién llegado

A pesar del anuncio de Trainose, los trenes no llegan a la zona monumental de Olympia por lo que hay que recorrer a pie un no largo trecho a través del enjambre de tiendas y cafeterías de la ciudad, que vive a costa del numeroso turismo que hasta aquí llega.




Anuncio a los Ferrocarriles griegos animando a llegar a Olympia en tren



Calle comercial de la ciudad moderna de Olympia

¿Qué podemos decir de todo lo que puede verse en el sitio monumental de esta ciudad? Aparte de enlazar la web del Ministerio de Cultura griego dedicada a sus ruinas y museos, pondremos algunas fotos.

Para comenzar, debemos decir que casi todo está por los suelos. Los lugares históricos de Olympia sufrieron tres devastaciones: el decreto imperial del año 426 de nuestra era ordenando su destrucción, el terremoto del siglo VI que afectó notablemente a lo que quedaba en pie y la rapiña occidental, singularmente británica, que se llevó a sus museos muchos elementos decorativos de los monumentos ya destruidos. El Gobierno griego mantiene una reclamación con el británico para que devuelvan esos elementos que en gran parte son del Partenón de Atenas, pero que incluyen los de otros lugares.









Produce cierta desolación contemplar unas ruinas cuyo origen como monumentos datan de los siglos X y IX antes de Cristo y que, con ocasión de la instauración inicial de los Juegos Olímpicos en el año 776 antes de Cristo, sean hoy sólo un montón de ruinas en medio de un feraz paisaje. Centenares de turistas pululaban por ellas con escasa atención histórica, salvo pequeños grupos dotados de tecnología gráfica que permite contemplar esas piedras y devolverles en tiempo real la prestancia y suntuosidad que tuvieron antaño.

Lo peor de todo es el machacón empeño por hacerse "selfies" irreverentes ante incluso las estatuas confinadas en el Museo, algo que los vigilantes impiden enérgicamente.

Una posterior visita al Museo Arquelógico de Olympia nos permitió contemplar algunas estatuas de especial interés entre las que destaca el Hermes atribuido a Praxíteles, una de las más bellas del arte helénico.




Hermes portando en su brazo a Dionysos

El recorrido por las salas del Museo Arqueológico es especialmente interesante y animamos a quienes deseen venir a Grecia a que acudan a este lugar.

Otro edificio del complejo es el Museo de los Juegos Olímpicos primitivos, que no tiene tantas visitas. Gracias al Barón Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, todo este conjunto arqueológico se ha puesto en valor turísticamente, si ya no lo tenía de por sí antes.




Fachada del escasamente visitado Museo de los Juegos Olímpicos primitivos en Olympia




De la belleza paisajística que rodea todo este conjunto arquitectónico dan fe estas fotos. La estación del ferrocarril y su entorno también otorgan una belleza adicional a este lugar.

Y sucedió en el viaje de vuelta que, de forma excepcional, nuestro tren no iba rendir viaje en Pyrgos sino que se prolongaría hasta el puerto de Katakolo, principal suministrador de los visitantes de OIympia gracias a la llegada de cruceros. La ocasión nos permitió llegar hasta el otro final de línea.




Esta es la vía que desde Pyrgos lleva hasta Katakolo. Su estado no es cómo el del otro tramo, lo que obliga a ralentizar la marcha



Actual parada de los trenes en Katakolo

La actual estación de Katakolo no es tal sino una pequeña garita y un andén. La vía se prolongaba antiguamente hasta el muelle comercial pero al crecer la zona de restauración para turistas se han cortado las vías que en algún lugar es posible ver aún. Gracias a ello hemos descubierto el edificio de la estación histórica, hoy un bazar.




Edificio de la estación histórica de Katakolo embebido en la vorágine comercial del entorno

Llegados hasta este punto, resulta difícil no reparar en lo que teníamos a nuestra espalda que no era otra cosa que tres enormes cruceros cuyos miles de pasajeros se habían esparcido por todo el territorio, en breve visita, ya que zarpaban al caer la tarde. Muchos de ellos estaban en Olympia por la mañana.




Dos de las enormes ciudades flotantes ancladas hoy en el puerto de Katakolo. El del fondo llevaba 2.550 cruceristas y el que aparece en primer término, 2.680

Un día perfecto: ferrocarril, paisajes, arqueología, mar, etc. Todo lo que en este mes de septiembre, con muy buen tiempo, se podía aspirar en el Peloponeso de Grecia. (MAM)