21 de febrero de 2015

El último viaje ferroviario de Cortes a Borja


Hace ya algunos meses, con ocasión de una viaje ferroviario a Cariñena, escribíamos en este Blog que, en España, antes que el carbón al tren lo movió el vino. Y eso es una realidad en algunas antiguas líneas ferroviarias de nuestro país, como la que enlazaba Cortes con Borja y que hoy día es sólo un recuerdo para los más viejos habitantes de esa comarca, campos de viñedos (el "imperio de la garnacha"), donde soplan los vientos del Moncayo, en especial el cierzo, que trae aire seco y frío a toda la ribera del Ebro. Esa comarca tuvo su tren y al hilo de la reedición de una monografía del ferrocarril a él dedicada por nuestro compañero de Blog, Alfonso Marco, hemos querido asistir de forma virtual a su último recorrido, el 7 de abril de 1955, por más que los lugareños clamaron por su tren.

Nuestro amigo Teófilo regentaba junto a su padre una casa de vinos en Cortes, casi a la vera del Ayuntamiento. La habían heredado de su abuelo. Su producto estrella eran los vinos de Borja y hasta esa localidad iban de vez en cuando a probar añadas y encargar los mejores caldos, que luego le llegarían en el tren. Como Cortes está muy cerca de la carretera general de Zaragoza a Logroño y Pamplona, no pocos viajeros se acercaban a comprarlos. Había que surtir además a la cantina de la estación de ferrocarril de RENFE, que en 1941 se había quedado con el ferrocarril que el 18 de septiembre de 1861 inauguró la Compañía del Ferrocarril de Zaragoza a Pamplona. Teófilo tenía mucha amistad con María Pérez que la regentaba desde los años 30, por lo que le encargaba los vinos para servirlos a los comensales. Esa cantina estaba situada en una pequeño edificio entre la estación del ferrocarril de Borja y la del de RENFE y así estuvo hasta que se construyó en 1974 la nueva estación de Cortes y pasó a una zona del vestíbulo.




Un viaje en tren desde Cortes a Borja permitía contemplar esos campos de viñedos que vemos ahí y divisar al fondo las cumbres nevadas del Moncayo durante el invierno.


Aunque Teófilo solía viajar en el coche de primera clase, como el que aquí vemos (Foto del archivo de Ojeda), en invierno el cierzo del Moncayo se colaba por las ventanillas. Había que llevar abrigo y bufanda. Solía tomar el "Correo" que desde 1947 salía de Cortes a las 8,50 de la mañana, el único que llevaba coche de primera, para regresar luego a las 7 de la tarde. En ese viaje de vuelta tomaba el "autovía" que sólo llevaba segunda clase. El frío arreciaba en el invierno a esa temprana hora. Pero así podía aprovechar todo el día en Borja hablando con los vinateros y comiendo con alguno de ellos. Comida regada con vino de Borja, claro está.


"Mixto" del tren Cortes a Borja, llegando a Magallón remolcado por una locomotora británica


El autovía WX2 que circuló hasta 1950 en la línea

Todavía recordaba aquel interminable viaje en tren que hizo hasta Jerez de la Frontera, pasando por Zaragoza y Madrid, a mediados de los años 40, y cómo se quedó de extasiado visitando bodegas jerezanas. Incluso recordaba la comida con don Fernando, cuya pequeña bodega le había entusiasmado. Al inicio de la comida, Teófilo le dijo a su comensal: "Don Fernando, ¿cómo quiere usted el agua, con gas o sin gas?" A lo que el bodeguero de Jerez le contestó rápido: "¡Ya me he duchado esta mañana!". En Jerez, para una comida con un bodeguero, al agua ni se la mencione. 

Tenía tiempo nuestro amigo en la hora larga que duraban los casi 18 kilómetros de su viaje hasta Borja de repasar mentalmente muchas anécdotas de su vida. Y también otras muchas de ese ferrocarril que tomaba de vez en cuando y que le había narrado su abuelo. Porque las historias del abuelo eran interminables.

Y estas anécdotas comenzaban el mismo día inaugural del ferrocarril: el lunes 27 de mayo de 1889. Hacía poco que se habían celebrado las fiestas de la Virgen de la Peana en Borja. Y llegó el turno a la inauguración de la línea ferroviaria. El abuelo, como persona destacada de Cortes, había sido invitado al tren inaugural, que partió de Cortes a las 7,30 de la mañana, con nada menos que seis coches y la flamante locomotora, todos adornados con guirnaldas. La llegada a las estaciones del recorrido y, en especial a Borja, las describía con minuciosidad gracias a su memoria. Y lo que aconteció luego, también. Resulta que al banquete inaugural, servido por su amigo el fondista local Ramón Frauca, se presentaron más del doble de los invitados previstos. A pesar de ello, no faltó de nada gracias a la despensa de Frauca. Pero el problema vino después ya que nadie quería hacerse cargo de la factura de los comensales que se colaron. Muchas habladurías corrieron por la comarca porque el asunto llegó hasta los tribunales. Y todo por 1.041 pesetas, de las de entonces. Toda una fortuna.




Estación de Borja con su muelle de mercancías y carros para el transporte de productos

Teófilo disfrutaba recordando todo esto, que también había transmitido a sus hijos. Y lo recordaba también en sus lentos viajes a bordo del tren al que los lugareños aludían cuando alguien era lento al actuar. "Más lento que el tren de Borja" era la frase al uso por entonces en Cortes. Pero el mote que recibió ese tren fue el de "Escachamatas" y ese apodo ha quedado hasta nuestros días

Aunque ya el abuelo había fallecido, Teófilo disfrutó de mozo, como todo el pueblo de Cortes, del estreno en 1935 de la película "Nobleza baturra" en la que Miguel Ligero, a lomos de un burro camina por la vía mientras que el tren de Cortes a Borja le pita para que se aparte. El baturro inmutable, decía "Chufla, chufla, como no te apartes tú..." y un oportuno desvío manda al burro por un lado y al tren por otro.



Escena de la película "Nobleza baturra" rodada en las vías de ese ferrocarril, en la "Revuelta de colinas", junto a los cambios de entrada de la estación de Magallón, lado Cortes

En los últimos años del ferrocarril de Borja, cuando Teófilo viajaba a Zaragoza en tren y luego volvía a Cortes, miraba con pena el estado del material apartado junto a la estación. Los vagones desechos y la escasa concurrencia de viajeros hacía presagiar su cierre.




Así veían los viajeros de la línea de Zaragoza a Logroño y Pamplona las instalaciones del ferrocarril de Borja, cuando se aproximaban a Cortes

Los viajes hasta Borja en los últimos años no eran precisamente un prodigio de rapidez y comodidad. Los tiempos de trayecto se habían ido alargando al compás del deterioro del trazado, con traviesas cada vez más rotas y raíles desnivelados que bamboleaban el tren durante su lento desplazamiento. Pero el abuelo había dicho: "Cuando vayas a Borja, toma el tren que los caminos están muy malos y las lluvias los anegan". También las lluvias acababan anegando las vías del ferrocarril, al estar trazadas con muy escaso desnivel sobre el terreno circundante.

Por Cortes y toda la comarca empezó a correr el rumor, a comienzos de 1955, de que el ferrocarril a Borja cerraría, pues el ingeniero de zona de la Dirección General de Ferrocarriles había elaborado un informe técnico recomendando su clausura por las "condiciones en las que se daba el servicio".

La clausura llegó el 7 de abril de ese año, pero Teófilo no quiso asistir al entierro de su querido ferrocarril y viajó el día precedente a Borja, que era miércoles. Así tendría asegurado el regreso en el tren pues el 7 los coches encerrarían en Borja y el viaje de regreso debería hacerlo en el autobús.

En su recorrido tempranero se fijó en el cauce del río Huecha "la Huecha" como lo llamaban en Cortes, que discurría paralelo a la línea en parte de su recorrido. También en la lentitud con la que la locomotora tiraba del tren en su subida a Borja, pues debía pasar de los 259 metros de altitud de la estación de Cortes a los 438 de la estación de Borja. Incluso se fijó en cómo chirriaban las ruedas del coche al tomar las dos curvas más cerradas pues su radio sólo tenía 125 metros. Al fondo vio las nieves sobre el Moncayo que aún a comienzos de abril no se había derretido totalmente ese año.



A su llegada se fijó más detenidamente en el edificio y en la vista de las torres mudéjares de la Colegiata que se divisaban bien desde la estación. Esa perspectiva ya no lo volvería a ver desde ese punto pues al regreso ya anochecía.

Y llegó el día 7 de abril. El ferrocarril de Cortes a Borja murió para siempre.

Un interesante libro que lo revive

Que un ferrocarril muera sólo lo borra físicamente de su trazado, pero la memoria sigue viva en quienes fueron sus usuarios. Pasan los años y las vías desaparecen, incluso su traza se difumina en las fincas circundantes o queda transformada en caminos carreteros si no se ha transformado en una vía verde. Al ferrocarril de Cortes a Borja le tocó en parte esa suerte, aunque el trazado no está acondicionado.

Pero cuando la memoria del tren se va eclipsando los estudiosos de la historia ferroviaria bucean en los documentos y no los vuelven a presentar como si hubieran vuelto a la vida.



Este ha sido el trabajo de Alfonso Marco reeditando y enriqueciendo su libro, cuya portada aquí vemos y que pertenece a la serie "Monografías del Ferrocarril". De sus páginas hemos entresacado este relato viajero del pasado y las fotografías que lo ilustran. Un minucioso recorrido por su historia encontrarán los lectores en sus páginas. Los asiduos del Blog seguro que agradecerán esta vuelta al pasado cuando los trenes actuales pueden llegan a los 300 km/h. El ferrocarril de Cortes a Borja no pasaba de los 30 kilómetros a la hora y así vivió durante 66 años. Murió de viejo como el abuelo de Teófilo. (MAM)