16 de enero de 2015

En el tren "Hyperion" a Brasov, en Transilvania


Una de las más curiosas costumbres del ferrocarril de Rumanía es la larga fanfarria que suena por los altavoces de las estaciones precediendo a los avisos de megafonía. A fuerza de oírla ya la habíamos asimilado como algo normal pero ayer, de buena mañana, cuando nos disponíamos a tomar en Gara de Nord un tren para Brasov, en la Transilvania, la fanfarria cobró un matiz distinto. Había una espesa niebla en Bucarest y al ritmo de esa curiosa música emergió de la niebla esta unidad de Softrans, con morro de pescado y profusamente decorada. El nombre de este curioso tren -el único que posee esa operadora privada- es Hyperion. Rápidamente me vino a la memoria la tetralogía de Dan Simmons cuyo nombre es "Los cantos de Hyperion" basada en los poemas épicos del romántico inglés John Keats. La fanfarria, con la entrada casi triunfal de la unidad en el andén, nos llevaba a la procesión de los elefantes de la ópera Aida de Verdi, pero con forma de besugo. Y ese Hyperion nos iba a trasladar a la Transilvania, aunque sin llegar a la casa de Drácula, que habida cuenta del frío reinante debía estar hivernando.




Esto que vemos en la foto no es otra cosa que una de las puertas de entrada a ese tren, decorada de manera muy original. El resto de la librea es un anuncio de una conocida marca de bebida, mitad cerveza y mitad limonada. De esa firma era la decoración interior que no dejaba nada sin publicidad. Quizá, por el precio del billete -casi la mitad que el de los trenes de la operadora estatal con el mismo recorrido- deben sacar más dinero con los anuncios que con los viajeros, a pesar de que el tren iba bastante lleno.


Nuestro asombro creció al pasar al interior, de piso bajo casi continuo. Mi acompañante, el ingeniero Dusko Djuric, que tampoco lo había visto pues su puesta en circulación es muy reciente, iba de un lado para otro fijándose en todo. Y ahí lo vemos al fondo del pasillo. Una segunda unidad idéntica a ésta se encuentra ya en construcción en la factoría rumana de Softronic para incrementar los trayectos de esta operadora, limitados ahora a Craiova-Bucarest-Brasov, con algunos viajes veraniegos a Constanza. Estos últimos se harán diarios con la incorporación del nuevo Hyperion. Los viajeros rumanos, acostumbrados a la abundancia del material convencional, con la excepción de los "Desiro" y los trenes de Regiotrans, deben estar asombrados por la comodidad y diseño de este nuevo tren.

A todo esto hay que decir que la semana anterior había bajado el termómetro en Brasov a 35º grados bajo cero. La línea hasta allí pasa por las montañas de los Cárpatos Orientales, con un foco de atracción turística en la instalación invernal de Predeal, por cuya estación habíamos pasado en la venida desde Timisoara.

A las 10:29 hicimos una parada en Sinaia. No tendría más importancia si no fuese porque se trata de una mítica estación entre los aficionados al ferrocarril de Rumanía. En ella para el "Orient Express" en su viaje a Estambul, una vez al año. Decenas de aficionados con sus cámaras se concentran en esa estación para fotografiarlo. No encontrarán ya en él al detective belga Hércules Poirot ni se esperan asesinatos. Sólo el placer de inmortalizar tan interesante acontecimiento del que hemos podido encontrar esta foto. La llegada del tren bien merecía la fanfarria de la banda de música.





La temperatura no era tan baja como la semana anterior pero el tren se estacionó del lado contrario al vestíbulo y la inoportuna malla de la librea en las ventanillas impedía sacar una foto de la estación por lo que la superior de estas dos últimas es de Andy Loghin, tomada en una fecha invernal.

A medida que subía el tren a Predeal aumentaba el espesor de la nieve hasta llegar a esa estación que aparecía con el aspecto que vemos en las siguientes fotos.




En ellas se ve el moderno edificio de viajeros de la estación de Predeal con tejado a doble vertiente y una locomotora de vapor, recuerdo de pasadas épocas.

Como no era éste nuestro destino, seguimos adelante aunque ya sin vía remodelada porque las obras del Corredor IV acaban provisionalmente en este punto.


No tardamos ya mucho en llegar a Brasov, cuya estación vemos en esta foto, junto a una unidad de Regiotrans. Este trayecto lo hacen en competencia tres operadoras distintas, con precios de lo más dispares.

En el andén nos esperaba ya el técnico ferroviario rumano Andrei Barbat que nos iba a explicar multitud de detalles del funcionamiento de los trenes en Rumanía así como de la necesaria formación para acceder a un puesto de trabajo en la conducción de sus trenes.


Comenzaba a nevar con intensidad y el tráfico de mercantes en la línea no paraba. También se los veía pasar por la estación como el que aquí vemos remolcado por una locomotora rumana, con vagones cargados de chatarra.





Aquí tenemos la estación de Brasov por dentro y por fuera. Tomar un café con nuestro amigo rumano fue la ocasión para poderla ver desde lo alto del edificio comercial situado en las proximidades.

Desde allí iniciamos un recorrido por esta turística ciudad de 285.000 habitantes que simultanea su actividad turística invernal con ser sede de la Universidad de Transilvania, cuyo rectorado se encuentra en este histórico edificio de la Ciudad Vieja.



La estación se encuentra a unos 4 kilómetros del centro urbano pero un servicio de autobuses (línea 4) enlaza los dos puntos por un precio muy módico.



Justo enfrente del Rectorado se divisa la fortaleza que da nombre a la ciudad (barasu, es fortaleza en rumano y de ahí deriva Brasov).

Entre medias hay un bello parque ahora cubierto de nieve y al otro lado está la catedral ortodoxa.





Desde esta plaza del Rectorado puede iniciarse un paseo por la Ciudad Vieja, cuyo origen se remonta al siglo XIII y que no es muy grande por lo que puede hacerse cómodamente a pie.











Entre lo más destacado del recorrido, aparte de la belleza de sus calles, están la catedral católica y la Puerta de Santa Catalina, del siglo XVI, vestigio de la muralla que rodeaba la ciudad.

La tarde caía rápidamente y era hora de regresar a Bucarest. Cuando la luz escaseaba ya, en la estación efectuaba maniobras el tren "Dacia" Bucarest-Viena para separar la parte de la composición con destino a Cluj-Napoca y cambiar la locomotora de la rama de Viena a una diésel, a lo que pertenecen las dos siguientes fotografías.





Entre el viaje de ida y el de vuelta fueron 320 kilómetros de interesante recorrido por una de las más bellas zonas de Rumanía. Pero aún quedan más viajes como el que hemos iniciado hoy a Constanza, desde donde escribimos ahora. Este será el tema de la siguiente entrada. (MAM)