Esta doble imagen es una muestra de la descoordinación ferroviaria existente entre las tres repúblicas bálticas. Están tomadas en la estación fronteriza de Valga, población a caballo entre Letonia y Estonia. Me dirigía desde Riga a Tallinn. Para ello tuve que tomar un tren directo diésel de Riga a Valga. Ese tren es el que aparece en la foto superior. En esa moderna estación, cuya construcción ha sido financiada por la Unión Europea, hube de esperar varias horas hasta que apareció un tren de Estonia (foto inferior), que me llevó hasta Tallinn. Tres países -junto con Lituania- con el mismo ancho de vía pero que no pueden asegurar la conexión ferroviaria entre ellos. De los tres pares de trenes de cada uno de los dos países que convergen en esa estación sólo una de las opciones de transporte tiene coordinación horaria para dar continuidad al viaje. El resto de los horarios se organizan de forma independiente. Sin embargo, Estonia, Letonia y Lituania tienen fácil conexión directa con Moscú, Minsk, San Petersburgo y Kaliningrado. Parece como si la independencia alcanzada por estos países en 1991 frente a la Unión Soviética no se hubiese trasladado aún a su organización ferroviaria.
27 de julio de 2014
26 de julio de 2014
70 aniversario de la batalla del puente ferroviario de Narva (Estonia)
Estoy frente a ese puente en la ciudad de Narva, Estonia, en la misma frontera con Rusia, cuyo territorio está en la parte izquierda del estribo del puente. Hoy hace exactamente 70 años que terminó la batalla por la conquista de ese puente, entre las tropas alemanas y las soviéticas para el control del corredor de San Petersburgo. Debajo de esa estructura corre el río Narva y a mis espaldas están las construcciones de esa ciudad, hoy la tercera en población de Estonia. Miro a un lado y al otro del puente. Del lado ruso, policías dotados de armas largas vigilan que nadie transite por él, salvo el personal que atiende el paso de los trenes. En la parte occidental, otro policía fuma mirando con poco interés el paisaje desde su garita. Por si acaso me sitúo en un ángulo en el que ni unos ni otros pueden ver que hago fotos del puente. Espero inútilmente que pase algún tren. El calor es considerable y el sol cae a plomo sobre mi cabeza sin que se vislumbre una nube. En este mes de julio los días son muy largos en estas latitudes. Me aterra pensar que el control de ese puente se llevó por delante la vida de 12.000 soldados, además de unos 65.000 civiles. El silencio domina ahora el paisaje, roto sólo por el zumbido de las turbinas de la central eléctrica rusa situada en la misma orilla del río. Unos metros más abajo unos chavales retozan en la hierba y se bañan alegres en las aguas. Seguramente más de uno de sus familiares dejaron aquí sus vidas, pero 70 años diluyen las tragedias. Quizá ni oyeron hablar de la tremenda batalla que se libró en este lugar. Pero aquí estoy para contarlo y un cosquilleo me recorre la espalda.
22 de julio de 2014
Servicios de larga distancia en Portugal (2ª parte)
Tras la anterior entrada, en la que se describían y analizaban los servicios de larga distancia en Portugal y su organización, en esta segunda parte se trata el material rodante utilizado junto a un somero repaso histórico
La locomotora 5604 remolcando un IC Lisboa-Oporto con una composición homogénea de seis coches corail, A la izquierda una rama "Silicio" para sevicios regionales. Lisboa-Sta.Apolonia 9-2006
5 de julio de 2014
Riga, un puente ferroviario con historia y con color
Hay puentes ferroviarios con caché, con una historia llena de sobresaltos y presa de los horrores de la guerra. Puentes que, a pesar de todos esos problemas y destrucciones, han sobrevivido hasta nuestros días. Si tenía ganas de llegar a Riga era, entre otras cosas, por ver y fotografiar el puente ferroviario sobre el río Daugava que tiene todos los elementos para convertirse en un símbolo de la ciudad y de su ferrocarril. Pero a todo ello se añade una nota adicional que lo hace único en el mundo y que enseguida veremos.
4 de julio de 2014
Lituania, país pequeño ferrocarril potente
Lituania es un país pequeño (65.303 km2 y 3.218.000 habitantes) pero es la más grande de las Repúblicas Bálticas. Su historia es un constante devenir de invasiones, desde los mongoles en el siglo XIII hasta los rusos en 1940, sin olvidar la tremenda destrucción durante la Segunda Guerra Mundial y las deportaciones y asesinatos en masa. Hoy, tras su independencia en 1991 y su ingreso en la Unión Europea en 2004 está conociendo una etapa de prosperidad y desarrollo como nunca había experimentado con anterioridad. Y en ese desarrollo se incluye también a su sector ferroviario. Un pujante y moderno ferrocarril atraviesa todo su territorio con 1.768 kilómetros de vías en el que el transporte de mercancías supone una elevadísima cuota con más de 48 millones de toneladas anuales. Las fotos que encabezan esta entrada corresponden a dos vistas en la estación de Vilna, la capital de Lituania. Un moderno parque de trenes de viajeros -de los que hay ahí una muestra- y un larguísimo tren mercante con doble tracción ilustran lo que contaremos a continuación desde la propia Lituania.
1 de julio de 2014
Polonia-Lituania, sin conexión ferroviaria
El futuro de la relación ferroviaria entre Polonia y Lituania parece próspero, cuando se lleven a cabo totalmente las obras de la nueva línea de alta velocidad Rail Baltica que unirá Varsovia con Tallinn pero, mientras duran las obras, esos dos países han quedado aislados por ferrocarril, tanto para viajeros como para mercancías. Un único tren diario parte desde la estación Zachodnia de Varsovia y penetra unos kilómetros en territorio lituano, hasta Šeštokai, donde concluye la vía de ancho estándar. Desde allá en adelante todo son obras y las vías están desmanteladas hasta Kaunas. En la foto superior, la frontera entre Polonia y Lituania. En ese punto desolado concluye la vía de un país y comienza la del otro. Este es el panorama cuando me dirigí desde Varsovia a Vilna, la capital de Lituania.