23 de julio de 2013

De Zagreb al Adriático (y II): Rijeka


Cuando el tren se va aproximando a Rijeka su gran zona portuaria se va abriendo ante los ojos del viajero ferroviario. Aquí hubo barcos desde antes de los romanos pero el ferrocarril le abría nuevas perspectivas. Croacia tiene otras importantes ciudades costeras con conexión ferroviaria: Split, Zadar y Pula. Esta última tiene su línea ferroviaria desconectada de la red croata porque la partición de la República de Yugoslavia trazó fronteras caprichosas en el territorio rompiendo el mallado de la red. Sin embargo, es Rijeka la que tiene una menor distancia con Zagreb y a través de ese corredor se mueve gran parte del tráfico de mercancías hacia el interior y hacia Hungría. De ahí que actualmente se esté trabajando en la mejora de la línea, después de haberse desechado por su enorme coste construir un nuevo trazado desde Zagreb hasta Rijeka. (Ver el capítulo anterior)

Ayer mismo había previsto desplazarme desde Zagreb hasta esta bella ciudad portuaria. El viaje ferroviario no estaba exento de dificultad porque toda la línea está en obras y la ventana de trabajo nocturna se amplia a toda la mañana. Durante ese tiempo dos tramos permanecen cortados, obligando a los viajeros a utilizar tres trenes y dos autobuses para cubrir los 229 km que las separan. El tren EuroNight Rijeka-Munich y el regional en sentido opuesto cierren el tráfico por la noche para permitir los trabajos sobre la vía. A mediodía, los trenes reanudan el trayecto directo completo. Mientras, los mercantes son estacionados en Karlovac, Moravice y en la propia Rijeka para circular cuando se abre la línea, alternándose con los trenes de viajeros. Una malla muy compleja que permite no cortar la circulación y realizar un actuación en profundidad en toda la línea.




De ahí que las 5 horas que duró el viaje, desde muy temprano, fueran un constante transbordo de tren a autobús y viceversa. Además un numeroso grupo de escolares que iban a una colonia veraniega complicaba la logística con sus enormes mochilas. La cuidada organización que iban supervisando los jefes de estación y los interventores subsanaba todos los problemas. Mientras, podían verse nuevas estaciones que en el viaje anterior a Karlovac no habíamos recorrido. También trenes mercantes moviéndose en los tramos abiertos a la espera de la apertura del resto del recorrido.








En Moravice nuevo transbordo a autobuses hasta Fuzine, que sería ya el último.


La línea ferroviaria serpentea en un paisaje ubérrimo. Llama la atención que la mayor parte de los terrenos de cultivo, que no ocupan pequeños huertos familiares, se dedican al cultivo del maíz.  Esa gramínea que nos llego de América en s. XVII ha sustituido en muchas zonas de Centroeuropa a los tradicionales cultivos de trigo, de los que era principal productora en épocas pasadas. Y desde el tren se ven constantemente los campos de maíz.




En Fuzine una pequeña espera hasta que lleguen todos los autobuses y reanudación de la marcha hasta Rijeka.


Cuando nos aproximamos a Rijeka el terreno se va haciendo más abrupto y abundan las trincheras en el trazado ferroviario. En alguna de ellas operarios del ferrocarril aseguran la circulación de los trenes porque se producen frecuenten derrumbes de tierras y piedras.

Por fin, la estación de Plase que es como una ventana al precipicio, desde donde es posible hacer fotos desde arriba mientras el tren va de un lado a otro del paisaje para bajar los 618 metros que nos separan hasta el final del recorrido. Y, alternativamente, va apareciendo el mar por uno y otro lado del tren.


En uno de esos cambios de sentido, podemos ver a lo lejos la isla de Krk donde está situado el aeropuerto de Rijeka, con el gran viaducto que la une a tierra firme. Otras islas se vislumbran más lejanas y aún más la Península de Istria.


Cuando ya casi tocamos las primeras casas de Rijeka en la ladera, se nos aparece la autopista que viene desde Zagreb y que ha desplazado al ferrocarril como medio de transporte para muchos viajeros.

El cúmulo de estructuras que ha habido que levantar en un espacio tan reducido -el mar y la montaña- da una idea del enorme trabajo de proyecto que representó traer hasta aquí el ferrocarril en el s. XIX.

El tren pasa cerca de la terminal de contenedores a la que llega un ramal ferroviario. El proyecto de mejora ferroviaria alcanza también al trazado de este ramal para poder multiplicar el tráfico en los próximos años. En este enlace se puede descargar un resumen de ese proyecto con croquis (en inglés).


La estación de viajeros de Rijeka tiene la particularidad de estar al lado del puerto, así como el ramal de acceso al puerto comercial de tráfico general. Esto significa que los trenes deben atravesar la calle principal de la ciudad a todas horas. Se ha construido un paso inferior para que los vehículos no deben pasar largo tiempo detenidos, pero los peatones tienen a veces un excelente escaparate, en especial los abuelos con sus nietos, para presenciar el animado desfile de todo tipo de trenes de viajeros y de mercancías, excepto los de contenedores.


No tardó en pasar uno de ellos que abandonaba Rijeka para dejar constancia de tan singular circunstancia. Sé de un país donde ese tren habrían sido ya soterrado...


El edificio de la estación, parecería construido por los romanos en su época en la ciudad, si no supiéramos que data de 1891. En este artículo de la web del Museo Ferrovario de Croacia hay abundante documentación sobre el patrimonio cultural de la línea a Rijeka y del que existe en la ciudad. Merece la pena leerlo. Precisamente una de las locomotoras a que se refiere está justo delante de ese edificio, en uno de los laterales.



En un paseo por las calles de la ciudad tenemos la impresión como si hubiesen reunido en el mismo edificio un museo arquelógico, otro de las diversas épocas clásicas y uno de arte moderno, porque de todo ello se encuentra mirando a uno y otro lado e incluso en edificaciones contiguas. Su web oficial de Turismo da cuenta de todas ellas, por lo que no vamos a redundar datos pero sí ofrecer algunas imágenes.



Aquí tenemos la calle principal en el punto donde es cortada por la vía férrea que luego se mete en túnel bajo la parte alta. Salir de la estación y seguirla nos lleva al centro de la ciudad.



Y este edificio que se ve enseguida y que tiene otra fachada hacia el puerto es de una de las principales navieras que operan allí.









La principal calle comercial desemboca en la Torre de la Ciudad. Y no lejos de ella está la iglesia de San Vito, con forma de rotonda.



Una curiosidad es también esta torre exenta de la iglesia de la Asunción que se inclina al modo de la de Pisa.






El Teatro Nacional ha sido centro en estos días de los fastos que esta ciudad ha dedicado al ingreso de Croacia en la Unión Europea, que han tenido especial protagonismo en Zagreb hasta el día de ayer y del que hemos sido testigos en algunos de ellos.

Como el intenso calor de la jornada no hacía demasiado cómoda la subida al castillo, desde donde hay una excelente vista de Rijeka, preferimos deambular por la zona portuaria y el frente marítimo.





En un lateral del puerto está el mercado y la lonja de pescado de estilo modernista que vemos en esta foto.



El puerto comercial tiene vías férreas en uso por lo reluciente de los raíles. Otros muchos edificios de interés se ven por todas partes, pero remito a los lectores a la web de turismo de la ciudad, que hemos enlazado.



Con este esbelto velero nos encaminamos de nuevo a la estación para el viaje de vuelta, esta vez en tren directo y sin transbordos a autobuses.


En la estación, junto a la composición que debía devolvernos a Zagreb, pudimos observar una serie de coches cama de alta calidad de los Ferrocarriles de Croacia con destino al tren directo Rijeka-Munich, último vestigio de los muchos trenes directos que antaño llegaron hasta aquí procedentes de diversas ciudades centroeuropeas.



Ya está formado el tren a Zagreb y nos irá anocheciendo por el camino. A la salida de Rijeka podemos ver la ciudad más moderna escalando las laderas.



Y nosotros también remolcados por una locomotora 1141 de fabricación sueca y modificada en Croacia como la que remolca este otro tren con el que nos cruzamos. Pareciera que no fuésemos en rampa de la velocidad a la que circulaba nuestro tren.

Termina aquí  nuestro relato del viaje ferroviario que comenzamos hace un mes en Barcelona y que nos ha llevado de nuevo al Mediterráneo pero muy lejos de la Ciudad Condal.

En días próximos procuraremos escribir sobre aspectos ciudadanos de las principales capitales visitadas, antes de que -a comienzos de agosto- un nuevo viaje nos lleve a Finlandia y la Laponia finlandesa y también a Estonia. Esas serán otras redes ferroviarias y otros aires más frescos que los de estos días.