23 de abril de 2012

Lisboa a todo tren (VII): un metro, museo de cerámica

El Metro de Lisboa puede analizarse desde diversos puntos de vista: su relativa juventud entre las grandes capitales europeas -se inauguró en 1959-; su discreto tamaño -dispone de 47 estaciones en cuatro líneas con un total de 40 km-; su lento funcionamiento -a causa de la crisis económica se restringió la velocidad de los trenes a 45 km/h, aunque en alguna línea se ha dado marcha atrás-; el escaso número de trenes... pero algo que lo diferencia netamente frente a otras redes importantes es que sus estaciones, sus pasillos, se han convertido en un auténtico museo de las posibilidades artísticas que encierra la cerámica portuguesa.

Y cuando se tiene que viajar en él por un motivo distinto a la actividad laboral invita a hacer recorridos como el que visitara las salas de un museo.

Estoy de acuerdo en que resulta una manera un tanto curiosa de observar la realidad de una infraestructura de comunicaciones, prescindiendo de elementos técnicos que con seguridad están ampliamente estudiados en otras webs, como por ejemplo Urban Rail, o de sus prestaciones, que pueden consultarse en su Sitio Oficial.. Pero viajando en las distintas líneas y mirando sus paredes me parecía que dedicarle un poco de atención a algo en lo que apenas se fijan quienes lo utilizan a diario sería un gran servicio para popularizarlo desde otro punto de vista.

Los efectos artísticos conseguidos con tan original decoración llegan al punto de convertir todo un paño de pared de un pasillo en una rica biblioteca, en la que un "butrón" misterioso ha quebrado lo armonioso de la librería.

En 1987 el dibujante británico Martin Handford creó una serie de libros con el título genérico de "¿Dónde está Wally?" en los que se presentaba el juego de localizar al personaje en medio de un entramado de dibujos, rayas, colores, etc. Pues bien, imitadores posteriores fueron haciendo cada vez más complicado encontrar a Wally. Quizá el creador de este panel del metro de Lisboa puso también a Wally entre temas tan dispares como los que aparecen en la escena. Un buen rato estuve delante tratando de buscarlo: ¿sería tal vez el propietario de esas piernas que sobresalen invertidas en un charco de agua?

No sé donde estaría finalmente Wally pero sí aparece por doquier la figura omnipresente del Marqués de Pombal, en formas y vestidos e incluso preside desde su nicho mediático el muro separador de las vías en una de las estaciones, precisamente la que lleva su nombre. Lo vi de espaldas en un lado y me fui al otro andén a ver si le veía la cara pero también estaba de espaldas, tal como se ve en la foto.

Se ha definido a Lisboa como la ciudad del azulejo. Los encontramos en todas partes: desde fachadas enteras de edificios hasta las estaciones ferroviarias. Su metro no podía ser una excepción.

En el mismo Lisboa hay un Museo Nacional del Azulejo, como también en Caldas de Rainha es posible contemplar extraordinarias creaciones en su Museo de la Cerámica, pero el metro exhibe también excepcionales obras de Vieira da Silva o Júlio Pomar, por citar dos de los grandes ceramistas portugueses que tienen obras en sus pasillos y estaciones.

Estoy seguro de que debe existir una guía de los azulejos del Metro de Lisboa, pero si no es así urge redactarla con reproducciones de todos ellos. Probablemente se ganaría algo de dinero para enjugar sus pérdidas.

Se celebraba en 2009 el cincuentenario de su inauguración y allí andaba por paredes y suelos un original logotipo del aniversario, tan sencillo como armónico entre tanto color de la azulejería.

Las líneas del metro de Lisboa no se nombran por su número. Un original sistema, que no se presta a dudas, las nombra por sus colores: Linha Azul, Linha Verde, Linha Amarela, Linha Vermelha.

Los colores de las líneas rivalizan en exuberancia con los colores de sus cerámicas, donde no siempre predominan los tonos uniformes y delicados. A veces la decoración rompe los esquemas académicos para asemejarse a una suerte de grafiteado como el que pueda verse en un largo mural en otro de los pasillos. Sólo al tocarlo me di cuenta de que no se trataba de dibujos furtivos realizados en un descuido de vigilancia.

Las formas trascienden a veces lo figurativo o lo rupturista para tomar formas cercanas al cubismo como en este panel donde el gigantismo de los edificios urbanos ha inspirado al artista.

Pero en el metro de Lisboa hay también modernas y espaciosas estaciones como la del intercambiador de Campo Grande donde la decoración cerámica ha dado paso a formas tubulares en el interior de la cubierta, como señal de que también hay ingeniería alternando con el arte.





Salía yo del metro en la estación de Terreiro do Paço, recordando las formas y dibujos cerámicos que había visto en el recorrido, hasta llegar al borde marino de Lisboa. Deambulando un poco hacia Santa Apolónia me di de bruces con este mural callejero homenaje a José y a su segunda esposa Pilar. Y hablar de José en Portugal sólo puede referirse a José Saramago. No me hubiera extrañado encontrarlo antes o después en las paredes del metro.